Héctor Timerman saludaba a cuanto militante se le acerca. Guillermo Moreno era el funcionario más abordado para sacarse fotos. De repente sus miradas se cruzaron y el contacto fue directo. El canciller y el secretario de Comercio Interior comenzaron a apilar las ya desparramadas sillas que había en el salón de los presidentes latinoamericanos para fundirse en un abrazo lleno de afecto.
Mientras el ministro de Trabajo, Carlos Tomada conversaba con otros militantes peronistas, y Néstor Kirchner era bañado en cánticos y elogios por los muchachos de La Cámpora que se encargaron de poner ritmo y color al acotado acto, Moreno y Timerman estuvieron conversando uno cinco minutos sin ser molestados por nadie.
Sonrientes y un excelente humor, se palmearon la espalda y dialogaron como dos amigos que hace tiempo no se ven. Más allá de las trivialidades de las que hablan los amigos cuando se vuelve a encontrar, un tema político toca de lleno tanto a Moreno como a Timerman. Ambos son alfiles que el Gobierno despliega en su pelea con el Grupo Clarín, entre otras cuestiones, por la supuesta compra irregular de las acciones de la empresa Papel Prensa.
El secretario es quien se encarga de bajar línea en las reuniones de directorio de la empresa que el Estado comparte con los diarios Clarín y La Nación, no sin escándalos de por medio; mientras que el ex embajador argentino en Estados Unidos es una de las caras visibles del kirchnerismo a la hora de cargar contra el Grupo Clarín en los medios de comunicación y las redes sociales, como Twitter.