Las elecciones porteñas tienen una tradición: el ballottage. Es que la Constitución de la Ciudad, tal como fue concebida en 1996, deja pocas chances para que un candidato gane en primera vuelta: el primero debería sacar el 50% más uno de los votos. Con lo cual, en los últimos dos comicios (2003 y 2007) hubo segunda vuelta electoral.
En la Nación el sistema es distinto. Si el primero no alcanza el 40%, hay ballottage. Pero, en cambio, si se consigue entre 40 y 45, y se aventaja al segundo en más de diez puntos, se puede ganar en primera vuelta.
Dadas las encuestas, en la Ciudad nadie alcanzaría la mayoría absoluta de los votos, con lo cual los los porteños deberían tener que volver a las urnas el domingo 31 de julio para dirimir quién gobernará la Capital Federal los próximos cuatro años.
Este dato no es menor, ya que coincide con el último domingo de las vacaciones de invierno, lo cual puede ser un disuasivo para algunos electores y podría haber una merma en la cantidad de sufragantes. Incluso algunos macristas especulaban en los últimos días con la posibilidad de beneficarse de ello, ya que la gente podría inclinarse –según esta especulación– a definir la elección en una primera vuelta favoreciendo al que va primero en las encuestas (Macri) para no tener que interrumpir anticipadamente sus vacaciones.
Según el artículo 96 de la Constitución porteña, “si en la primera elección ninguna fórmula obtuviera mayoría absoluta de los votos emitidos, con exclusión de los votos en blanco y nulos, se convoca al comicio definitivo del que participarán las dos fórmulas más votadas, que se realiza dentro de los treinta días de efectuada la primera votación”.
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