POLITICA

¿El Bicentenario es para celebrar o llorar?

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Semanas atrás ofrecí "1810 (una biografía)" a un editor que me preguntó si habría sexo como hoy. Le aclaré que no, pero sí "pelotas, que hoy no". Y no acordamos. Yo sí conmigo. Visto el baldío social presente, dedicaré cada tanto una Semana a primicias retro que nos pongan al día. Aclaro que tengo posicion tomada que puede llevarme a la cárcel. Pienso (no es boutade) que contra Cisneros vivíamos mejor. Comían todos. No había excluidos. Los jóvenes soñaban un país. Los esclavos no sufrían crueldad anglosajona. Los pordioseros (para asombro de un viajero inglés) "pedían limosna a caballo" (sic). Y hay más, que ya iré dando.

Pero rebobino a la primera página de "1810 (una biografía)". Se inicia con el brindis que más se escuchó en Buenos Aires en la última medianoche de 1809. Fue, justo lo que la historia tenía entre manos (y hoy ni asoma): "Que tengamos una Patria". Y prosigue el texto: "No así en el Fuerte. Virrey, virreyna y breve corte ibérica de mercaderes adulones, alzaba copichuelas deseando pronta muerte al gabacho más odiado. Abanicándose, las damas le daban al pico del cotilleo colonial. Aún pequeña, la ciudad ya daba tela de chismes a cortar y repartir. No era un sarao cómodo. Faltos de ventilador y aire acondicionado, se sudaba a lo bestia. Lo top en comodidad veraniega eran unas recién venidas palmas filipinas que un proto garbarino introdujo oportuno. Suspendidas del techo como cola de pavo real batían el aire aquí y acullá. Pero poco podían contra la rebelde y pringosa humedad de la más lejana ciudad del Coño Sur del Imperio. Obligados a vivir a contramano de gustos y costumbres añoraban rellenos pavos, turrones y garrapiñadas. Retrasadas dos goletas que debieron arribar para Navidad con tan ansiado cargamento se consolaban con dulces criollos y una sidra ácida que en Asturias se echaría a los cerdos. Una forma de descargar la frustración era gritar contra Napoleón. No era fácil ser español en Buenos Aires. Sí, ser inglés. Pese a sus fallidas invasiones, oficiales y soldados se adecuaban bien a los alimentos y costumbres, y más a las porteñas impactadas por esos animales rubios más atrevidos que los envarados varones de la plaza. Ni Cisneros ni sus invitados parecían serenos. Algo se movía bajo sus pies. 1809 (como el 2008 y el 2009) no habían sido tranquilos. Cada día un rumor. Napoleón. Los ingleses moviéndose a sus anchas ¿Qué se tramaba más allá de los muros del Fuerte? La noche era una lámina que la luz lunar partía en dos: cielo y río. Hacia el sur, en dirección a la Ensenada (único sitio apto para el anclaje de barcos mayores arribados de Europa) titilaba la señal de lo que parecía un faro (no los había aún) De pronto, a igual ritmo que el haz del luz de ese faro imaginado, en lo que va de un segundo a otro, 1809 entró en el pasado y 1810 se descolgó del futuro para darnos de vivir. De modo muy distinto, se fuera invasor o invadido.

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Mire como se lo mire, en comparación relativa, se entiende, 1810 fue más moderno, integrador y patriótico que este puzzle donde los virreyes nativos Macri y Kirchner se desafían a quien lucirá más fiestero durante la fecha que más traicionan. Van disculpas por salirme del libreto o entrar en la realidad. Siempre tuve “algo” con la historia. La mundial. Y la de casa. No me cierran. El solo pensar que estamos a semanas del Bicentenario me provoca escalofrío moral, verguenza ajena y ganas de pedir perdón. Más que fecha la siento pregunta que nos da como piedra en plena frente. ¿Qué hicimos con lo que nos dejaron en 1810? La más honda y cierta celebración sería que cada uno le diéramos la millonésima parte de respuesta que nos toca darle en este áspero tiempo sin rumbo en el que andamos. Acepto que hubo lapsos intachables en que pocos habitantes debieron dolerse por fallarle a Mayo de 1810. Pero, vista la historia en grueso, a todas las dirigencias de 1835 a 1852, y de 1930 a hoy, la pregunta debería llegarles por citación urgente de juez. (E, ipso facto, ponerse en cola para ir a rendir cuentas de sus actos ante Castelli y Monteagudo. Ya)

 

(*) Especial para Perfi.com