En 1994, Mona Sahlin fue nombrada vice Primera Ministra de Suecia. Las encuestas la favorecían para suceder al entonces Primer Ministro Ingvar Carlsson, pero le tocó enfrentar el “Affaire Toblerone”, un escándalo de corrupción que minó sus expectativas políticas por algunos años. Según se había dado a conocer, con su tarjeta de crédito laboral, Sahlin había comprado bienes personales, entre ellos... un chocolate Toblerone.
En Argentina, el “Affaire Toblerone” no sería estrictamente un escándalo de corrupción, sino una novedad casi anecdótica. Pero la sensibilidad del electorado sueco a la corrupción fue –y es– tan alta, que Sahlin fue sancionada públicamente por ese incidente.
En la mirada de los argentinos, el intenso escándalo protagonizado por el actor y ex gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, podría convertirse en una polémica anécdota, pero anécdota al fin. Lo mismo sucedería en países como Italia, sacudido a menudo por escándalos similares. Pero Argentina no es Estados Unidos, y los escándalos de este tipo en el país del norte, adquieren una dimensión diferente.
Desde la supuesta e “histórica” aventura amorosa de Thomas Jefferson con una esclava, el electorado norteamericano parece haberse vuelto extremadamente sensible a tres S: Sex, Scandals y Security (Sexo, Escándalos y Seguridad). A lo largo de la historia de ese país, las “tres S” han definido elecciones, la aprobación de leyes, y la suerte política gobernadores, senadores e, incluso, presidentes (Richard Nixon, como ejemplo emblemático). Entonces, ¿por qué habríamos de pensar que la imagen pública y política de Schwarzenegger saldría ilesa?
Por su origen austríaco, el ex fisicoculturista no puede aspirar a una candidatura presidencial republicana para 2012. Tampoco, por prohibiciones de la legislación californiana, a una nueva administración del estado más poblado de los Estados Unidos. Pero tenía, eso sí, futuras aspiraciones políticas.
Por un lado, existían rumores de una posible candidatura de Schwarzenegger al Senado de los Estados Unidos. Por el otro, y luego de promover en el Estado de California la reducción de emisión de gases de efecto invernadero, muchos lo veían como el “Al Gore republicano”, fama que lo avalaba para incentivar la creación del R20, una coalición internacional “verde” que emprendiera acciones luego de la frustrada Cumbre de Copenhague de las Naciones Unidas.
Sin embargo hoy, “víctima de dos S” y lejos de un promisorio futuro político, Arnold Schwarzenegger deberá concentrarse en enfrentar demandas judiciales y en remendar su alicaída imagen pública, que acaba de sufrir un nuevo golpe tras haber sido acusado de financiar sus romances con fondos públicos.
(*) Especial para Perfil.com
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