“Esta vez me tocó a mí”. El médico que operó de urgencia al hijo presidencial, Máximo Kirchner, sufrió un secuestro exprés. Horacio Rivarola Etcheto vivió una hora de incertidumbre y violencia que involucró a toda su familia. “Máximo me llamó para solidarizarse”, aseguró en una entrevista con PERFIL.
Rivarola Etcheto volvía a su casa en su Hyundai Santa Fe con su esposa y tres hijos: uno de 13 años, otro de 11 y un bebé de 7 meses. A pocos metros de la estación del Tren de la Costa, en San Isidro, una Ford EcoSport les cortó el paso. Dos hombres armados, con la cara descubierta y apuntándoles, detuvieron su paso.
“Me pasaron atrás y uno de ellos empezó a manejar. Nos pedían plata y más plata. Le dije que se quedaran con la camioneta y que le daba todo lo que tenía, pero que nos dejaran bajar. Me callaron diciendo que esto era un secuestro exprés y que querían plata”, detalla a PERFIL el traumatólogo.
“Por suerte no nos pegaron, pero fue muy violento desde lo verbal. Nos mostraban las armas todo el tiempo para amedrentarnos”, destaca.
Según recuerda el médico, los delincuentes dialogaban constantemente con el conductor de la EcoSport que los escoltaba: “Querían que los lleve a mi casa, pero no lo iba a hacer. Recorrimos dos cajeros y después pararon a cargar nafta en Salguero y Del Libertador porque había poco combustible en el tanque”.
No contentos con la extracción de dinero que el titular de la sección Artroscopía del Hospital Austral había realizado en los dos cajeros del Banco Francés ubicados sobre la avenida Santa Fe, en la localidad de Martínez, fueron por más.
“Seguíamos dando vueltas y nos pedían más plata. Me preguntaban en dónde vivía y de qué trabajaba”. Rivarola Etcheto tuvo que pagar su propio rescate. “Tuve que llamar a un familiar para que les diera más dinero”, cuenta.
Según fuentes policiales, llegaron hasta el barrio porteño de Recoleta, en donde viven los padres del médico para retirar el dinero que superaría los 10 mil pesos. “Mi hija tuvo que bajar del auto y agarrar la plata”, destaca el médico.
Una hora de incertidumbre vivió la familia Rivarola. En los bosques de Palermo terminó la pesadilla. “Llamé a uno de mis familiares para que se quedaran tranquilos y nos vengan a buscar”, recuerda.
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