En lo que podría ser una de sus últimas provocaciones antes de prisión, el ex marino y represor Alfredo Astiz se colocó una escarapela argentina en la solapa de su saco y esbozó una leve sonrisa mientras escuchó la condena anunciada por el Tribunal que lo encontró culpable de diferentes delitos durante la última dictadura.
Durante los alegatos, Astiz había clamado su inocencia, dijo que era un perseguido político y le dio una Constitución Nacional a los jueces del tribunal para que se la enviaran al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti.
A principios de octubre la Corte había denegado la extradición de Astiz a Francia, solicitada por ese Estado europeo para que cumpliera en ese país la condena que se le impuso allí -en ausencia- por los crímenes de la monjas Alice Domon y Leonie Duquet, por los que ahora recibió perpetua en Argentina.