Si alguien pretendiera recortar el pasado para echarle más leña al fuego del presente y afirmar que en los 70 ni siquiera los santos fueron tan inmaculados, podría dar por confirmado en base a documentos irreprochables que el mítico periodista Jacobo Timerman y su hijo Héctor cometieron con Lidia Papaleo , en el diario La Opinión, tropelías análogas a las que, según el actual canciller y todo el Gobierno K, le dispensaron a la viuda de David Graiver los principales directivos de Clarín y La Nación en Papel Prensa.
Es que, allá por noviembre de 1976, durante los mismos días en que Papaleo apuraba la transferencia de las acciones de su marido en la papelera de las actuales discordias, los Timerman licuaron del 45 por ciento al 3,5 por ciento, sin el conocimiento y mucho menos el consentimiento de la heredera de Graiver, los títulos que la hacían acreedora de la mitad accionaria de aquel matutino que hizo historia.
Por aquellas horas, y aún en libertad, Papaleo de Graiver soportaba múltiples presiones. Los militares en el poder buscaban desarmar el grupo económico enhebrado por su marido y que incluía el manejo de las finanzas de Montoneros, quienes a su vez pretendían recuperar a toda costa (ofreciéndole pastillas de cianuro, por ejemplo) 17 millones de dólares provenientes del secuestro de los hermanos Born.
El ex ministro de Economía José Ber Gelbard le exigía otros 7 millones por la mitad de negocios desarrollados en común. Los accionistas de los tres diarios más grandes del país daban por hecho (al igual que los jerarcas militares a cargo del Estado) que les había llegado el momento de encabezar la fabricación de papel para periódicos. Y Timerman pretendía salvar a La Opinión de peligrosos y eventuales futuros socios, en caso de que Papaleo decidiera pagar a Montoneros o a otros indeseables acreedores con porcentajes del diario.
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