Eugenio Burzaco fue macrista desde la señal de largada, allá por 2001. Es uno de los funcionarios que arrancó junto a Mauricio Macri en las oficinas que Francisco de Narváez tenía en Las Cañitas, sede de la ONG Creer y Crecer. Perseverante, soportó desplantes de Macri y De Narváez en el momento del reparto de cargos. Ahora, como secretario de Seguridad convive cada vez más tensamente con su jefa, Patricia Bullrich. Y a su vez intenta despegarse del Fifagate, protagonizado por su hermano mayor, Alejandro, ex CEO de Torneos y Competencias, con quien tiene una relación fluida y comparte fanatismo por River.
“El supo qué instrucciones habían sido dadas a la Policía de Buenos Aires, la más grande del país, de callarme para hacer que fuera imposible que dijera cualquier cosa en Estados Unidos, incluso matándome”, testificó Alejandro Burzaco al cierre del interrogatorio en Nueva York. En busca de reducir la pena en su contra, su verborragia golpeó a su hermano Eugenio.
Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Salvador, la trayectoria de Burzaco alterna entre el sector público, el privado y un cruce entre ambos. Durante el gobierno de la Alianza, tuvo un paso breve por la SIDE de Fernando de Santibañes. Fue asesor en temas de seguridad del gobierno de Neuquén, a cargo de Jorge Sobisch: esa consultoría ocurrió dos años antes de que la policía asesinara al maestro Carlos Fuentealba.
Compartió su expertise con el (falso) ingeniero Juan Carlos Blumberg, y ofreció sus servicios a River. Al igual que el CEO detenido, Eugenio era habitué del Monumental.
En 2002 acompañó a Macri y De Narváez en una gira por Nueva York y Washington. Fue la presentación internacional de la candidatura de Macri frente a banqueros, congresales, funcionarios y lobistas. Burzaco aportaba un discurso de combate duro contra el narcotráfico y el terrorismo.
En 2007 sufrió un desaire. Una vez que se coronó alcalde, Macri prefirió a Guillermo Montenegro para Seguridad. Los contactos judiciales de Montenegro, sumados a la banca de Gabriela Michetti, alcanzaron para relegarlo.
En 2009 fue De Narváez el que lo defraudó. Si bien le había prometido un lugar expectante en la boleta de diputados, a último momento redujo la oferta a ser concejal por San Isidro.
Meses más tarde le llegó su primera oportunidad. Aprovechó el procesamiento del ex comisario Jorge “Fino” Palacios, en la causa por encubrimiento del atentado a la AMIA, y quedó parado al frente de la Policía Metropolitana.