Como se ha dicho, se requiere mucha, pero mucha habilidad negativa para desaprovechar una oportunidad tan nítida como la que se le presenta a nuestro país. En efecto, el gobierno de Néstor Kirchner y la sucesión de su consorte, Cristina Fernández, tuvieron y aun tienen todos los planetas alineados para poder llevar a buen puerto su gestión gubernamental, pero están haciendo lo imposible para cambiar las reglas del universo y desalinear los planetas.
El viento de cola a favor de altísimos precios en los commodities, productos primarios que nuestro país produce y vende en abundancia, acompañado por las bajas tasas de interés en los mercados financieros internacionales, es una combinación soñada para cualquier país productor de bienes primarios como el nuestro.
Si a esto agregamos que la recesión en los Estados Unidos nos va a golpear muy colateralmente, porque sólo exportamos a la primera potencia algo más del 8 % y que además el reciente informe de la FAO pronostica el inexorable crecimiento de las hambrunas en el mundo y que por lo tanto los países productores de alimentos, entre los cuales específicamente menciona a la Argentina, son los que están llamados a multiplicar su producción, con el noble propósito de mitigar el hambre pero también con la legítima oportunidad de dar un salto económico cualitativo que nos ubique entre las naciones desarrolladas.
A su vez China y la India siguen creciendo de manera espectacular. En el primer caso la corrección en le crecimiento de su producto bruto interno, por efecto de la recesión norteamericana, pasaría del 11% al 9%, para una nación con más de 1300 millones de habitantes es sencillamente fabuloso. China incorpora 10 millones de nuevos puestos de trabajos urbanos anuales que obviamente consumen, es decir, deben alimentarse.
En este marco internacional, excepcional para la posibilidad de nuestro país y su potencial, al gobierno se le ocurre desalentar la producción, demonizando el cultivo de soja y aplicando medidas totalmente improvisadas.
Camisas negras subdesarrolladas. La cuestión técnica de las retenciones móviles ya ha sido analizada en abundancia, sólo hay que llamar la atención sobre el hecho de que al momento que se dictaron ya estaban situadas en un 35%.
El conflicto que se desató con los productores agropecuarios como consecuencia de esta medida improvisada, tuvo también el signo de la imprevisión en materia política. Es evidente que el gobierno subestimó la reacción de los productores y que ante la sorpresa por la reacción inicial, pensó que el tiempo, como ocurrió con otros conflictos iría diluyendo su fortaleza.
No obstante, no se privó de actos de provocación, como enviar a los camisas negras del subdesarrollo encabezados por Luis D’Elía y Emilio Pérsico, lo que lejos de producir el amedrentamiento, indignó a amplios sectores sociales que ya cuestionan el estilo de gobierno.
Lo prudente hubiese sido dar marcha atrás con una salida elegante como fue el despido del anterior ministro de economía, Martín Lustau. Allí tuvieron la oportunidad y no se hubiese interpretado como un acto de debilidad sino como un gesto de cordura de un gobierno que sabe reconocer un error pero que además había hallado a un chivo expiatorio en el ministro saliente.
En vez de tomar ese camino decidieron convertirlo en una pulseada que ha ido escalando con resultados todavía imprevisibles, pero con una certeza: el gobierno se enajenó definitivamente al apoyo de los sectores medios rurales que fueron importantes en su último triunfo electoral. Baste recordar que el matrimonio fue derrotado en los grandes centros urbanos: Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca. Ahora perdió los sectores medios rurales que por ejemplo le dieron el triunfo a Juan Schiaretti en Córdoba.
La radicalización del conflicto, con la especulación por parte del gobierno de que los dirigentes de las entidades agropecuarias se van a dividir y comenzarán a desgastarse, hasta ahora se ha probado falsa. Pero aun así, ya es irreversible la pérdida del apoyo político de esos sectores que trascienden a su propia dirigencia.
La destrucción de judicializar y reprimir la protesta, es otro grave error, porque este gobierno es el que menos autoridad tiene, tanto moral como política, para llevar adelante un accionar de esas características teniendo en cuenta el aliento que ha hecho de los cortes de rutas en otros conflictos y de sus propios antecedentes.
En conclusión, hay que rescatar el máximo nivel de institucionalidad, para impedir que el gobierno siga equivocándose y desperdiciando una oportunidad histórica. La oposición debe cumplir la regla de oro en la democracia de equilibrar y controlar el poder y a su vez de hacer funcionar las instituciones que han sido completamente degradadas por el accionar gubernamental.
*Especial para Perfil.com. El autor fue ministro de interior.