Sucedió al atardecer del 18 de septiembre de 2006. El lugar no podía ser más simbólico: el Aula Magna del Colegio Nacional de Buenos Aires, en la Manzana de las Luces. En el estrado, Jorge Fontevecchia y Joaquín Morales Solá presentaban, junto al autor, mi libro Lista Negra. La vuelta de los Setenta.
En el salón no cabía un alfiler. Todos querían decir presente en lo que era un desagravio explícito de un periodista censurado y expulsado a la noche del 30 de diciembre de 2005 de Radio Nacional. En la platea se codeaban Raúl Alfonsín y Gabriela Michetti, Víctor Hugo Morales, y Ricardo López Murphy y Eduardo Macaluse, Gustavo Bossert y Ricardo Alfonsín, Aníbal Ibarra y Fernando Bravo, Alfredo Leuco y Federico Storani, Pacho O’Donnell y el rabino Sergio Bergman, Luis Majul y Enrique Olivera, Florentina Gómez Miranda y Luis Brandoni, Rodolfo Terragno y Patricia Bullrich, Adrián Pérez y Jesús Rodríguez, Andrés D’Alessio y José Ignacio García Hamilton.
Y había alguien más: María del Carmen Alarcón. Firme y llamativa con su cabellera azabache, la santafesina avanzó hasta el estrado y me abrazó calurosamente: “toda mi solidaridad, vos vas a seguir en la radio cuando ‘ellos’ ya sean un mal recuerdo”, me dijo.
Alarcón, que ahora opina que Kirchner “es un demócrata”, opinaba todo lo contrario hace tres años, cuando esa soledad que tanto la aterra, la llevó a la presentación de Lista Negra en el Nacional Buenos Aires, en medio de un verdadero cónclave “destituyente”.
Esa noche fue inolvidable por muchas razones, incluyendo el hecho de que la SIDE se robara los grabadores que habían registrado toda la ceremonia y, además, enviara varios fotógrafos acreditados como “periodistas”, uno de ellos diciendo que venía de Clarín. A medida que pasaban los días, las fotos no aparecían. Cuando preguntamos, en Clarín nos dijeron que no, que ellos no habían mandado a nadie, pero que tampoco pensaban publicar nada del acto, que había juntado a 500 notables a 200 metros de la Casa Rosada. Para nosotros no es interesante la nota, nos dijeron desde el diario.
Si hubieran estado presentes, los de Clarín podrían ahora rescatar las imágenes de la inclasificable Alarcón, cuando esta mujer proveniente del pueblo mocoví sostenía que Kirchner era un autoritario y se rozaba con la "fuerza de tareas" y los "comandos civiles" que aquella noche melancólica me conmovieron con su afecto y cercanía. Eso sí, a diferencia de otros casos, en el mío la radio grande quedó vedada. Pronto se cumplirán cuatro años.
No le fue tan mal a Kirchner. De los que estaban esa noche en el Nacional Buenos Aires, Alfonsín, García Hamilton y D'Alessio se murieron, el Gobierno deglutió a Alarcón, y a mí, bueno, a mí me mantuvieron hasta hoy lejos de los micrófonos principales. Si no compran, los nuevos jefes de la Alarcón destituyen en serio.
(*) Especial para Perfil.com