“El problema de la Presidenta es que no puede ponerse lo mismo que una primera dama”. Elsa Serrano sabe de qué habla. Antes de que sus creaciones enfundaran a Zulema y Zulemita Menem, la modista vestía a María Lorenza Barrenechea de Alfonsín.
En el caso de Cristina Fernández de Kirchner, el problema es especialmente complicado en tanto le toca codearse con dos mujeres a las que tener estilo parece no costarles nada: Michelle Obama y Carla Bruni. Rivales de peso para su gira, que comenzó en Nueva York y terminó ayer en Isla Margarita, en Venezuela.
En materia de maquillaje, Cristina se luce más desde el sillón de Rivadavia que cuando era primera dama: “Usaba un negro muy agresivo y blanco nacarado en los párpados. No era elegante –evalúa la maquilladora Mabby Autino–. Ahora elige colores más opacos. Sigue siendo intensa, porque es su estilo y sería difícil cambiarlo”.
No se cansan de hacerle la sugerencia: “Desde que dejó las texturas y los colores shocking se ve mucho mejor. Menos brocato porque ella ya es mona y llamativa”, insiste Serrano. Pero aunque ha conseguido moderar su look, los colores fuertes son los que la caracterizan: una de las primeras fotos que se dejó tomar antes de la Asamblea de la ONU fue en la suite del Hotel Four Seans: vestía un traje de pollera y saco color violeta intenso, con detalles en el cuello y las mangas tres cuartos. “El violeta le quita frescura, porque ella ya tiene el pelo largo y maquillaje cargado. Queda densa –le bajó el pulgar Benito–. O se corta un poco el pelo o tiene que usar colores más claros.”
La experta en tonos audaces solía ser Obama, que para la asunción de su marido hasta se había animado al verde pistacho. Pero hay quienes dicen que su look, de tan moderado, ya se está haciendo aburrido. Para la reunión del G-20 en Pitthsburg eligió un vestido de encaje blanco y stilletos rosas. “La salvó con los zapatos, porque tanto collar de perlas la hace ver antigua.” “A veces no tiene en cuenta su figura, pero es una mujer que sabe llevar la ropa”, la perdona Serrano.
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