"Frente a los grandes muertos tenemos que olvidar todo lo que fue el error, todo cuanto en otras épocas pudo ponernos en las divergencias y en las distancias. Los grandes muertos dejan siempre un mensaje". Las palabras pertenecen a Ricardo Balbín, presidente de la Unión Cívica Radical entre 1959 y 1981, y fueron pronunciadas en las exequias de su máximo rival político, el ex Presidente Juan Domingo Perón.
Raúl Alfonsín demostró en vida y reafirmó con su muerte que apostaba al diálogo. La multitud que asistió a despedirlo en el Congreso de la Nación, en tiempos en los que la clase política está desprestigiada, obliga a considerar su fallecimiento como un hecho político, un cacerolazo en silencio. Aquellos que peregrinaron lo hicieron no sólo para expresar su aprecio al ex mandatario sino que también quieren apostar a los mismos valores y principios del denominado "padre de la democracia".
Quedó demostrado que los argentinos quieren creer en los políticos; que valoran la honestidad y la humildad de un hombre, aún reconociendo que cometió errores, que trabajó en pos de lo común, de lo público, de la Nación. La gente quiere apostar a las instituciones y no quiere más violencia. Quiere vivir la democracia, que no implica solamente imponer la voluntad de las mayorías.
La muerte de Alfonsín dio lugar a que Cristina Kirchner mantuviera una comunicación telefónica con su vice luego del denominado "voto no positivo" que los había enfrentado; a que el ex Presidente, Néstor Kirchner, saludara a Julio Cobos en el Salón Gris del Congreso. El funeral del ex mandatario fue el marco que permitió el respeto a las diferencias, y que éstas no impliquen posiciones irreconciliables. Los argentinos exigen fortalecer el sistema democrático sobre la base de consensos, controles, respeto mutuo y diálogo. Ésta fue la postura de Alfonsín en vida, y el mensaje que nos dejó con su muerte.
(*) Editor de Perfil.com