En El arte de la guerra, Sun Tzu describe nueve variedades de territorios. “Dispersivo”: el propio. “Fronterizo”: el del enemigo, donde se realizan penetraciones superficiales. “Clave”: el que ambos bandos consideran igualmente ventajoso ocupar. “Abierto”: de comunicación, donde todos pueden acceder. “Focal”: el que está rodeado por otros y quien consiga primero el control logrará el apoyo de los vecinos. “Comprometido”: aquel que se ha penetrado profundamente y continúa siendo hostil. “Difícil”: el que tiene trampas y engaños (en sentido literal: desfiladeros, pantanos, etc.). “Cercado”: aquel donde su ingreso es restringido y su salida es tortuosa porque una pequeña fuerza del enemigo puede golpear a otra más grande. “Desesperado”: el territorio donde sólo se sobrevive si se lucha con mucho coraje.
Por eso Sun Tzu recomendaba: “No luche en territorio dispersivo. No se detenga en uno fronterizo. No ataque a un enemigo que ocupó primero un territorio clave. En uno abierto no permita que sus fuerzas se dispersen. En territorio focal celebre alianzas con los vecinos. En uno comprometido, caiga allí para saquear. En uno difícil, apresure el paso. En uno cercado, invente estratagemas. Y en un terreno desesperado, luche con valentía”.
¿Cuál de estas nueve categorías le cabe al territorio de la provincia de Buenos Aires visto desde la perspectiva de la Presidenta, visto desde la de Scioli y visto desde la de los barones del Conurbano?
A 159 años de que Rosas fuera derrotado en la batalla de Caseros, la provincia de Buenos Aires continúa siendo el territorio desde donde se controla todo el país. Aun sin la Capital Federal, la provincia concentra el 40% de todos los habitantes del país y su Conurbano –sin contar a quienes viven en la Ciudad de Buenos Aires– es una de las diez mayores urbes del mundo.