Además de pensar que se trataba de una "calamidad", Jorge Luis Borges alguna vez salió del paso, cuando se le preguntó su opinión sobre la música folclórica, con un ácido "está gustando mucho en el campo". El poeta prefería otros compases y en materia tanguera era un enamorado confeso de la Guardia Vieja, esa música vivaz de compadritos que se suele imaginar en el oído como fondo de sus relatos orilleros, sin letras nostalgiosas ni menciones que recuerden a los inmigrantes o a sus hijos, luego peronistas.
En cambio, a Cristina Fernández de Kirchner el tango en general le parece un bajón, capaz de condicionar hacia el pesimismo las interpretaciones positivas que deberían hacer todos los argentinos sobre los actos de gobierno y, sobre todo, en relación a proyectos tan poco prioritarios, como parece ser el Tren de Alta Velocidad.
En medio de decenas de muertos en las rutas y con la necesidad de mejorar la infraestructura vial o de trenes que se quedan en medio del campo, no salen a horario o llevan a sus pasajeros en los techos, exponer este tipo de disensos es para la Presidenta un mal que sólo le cabe al pesimismo tanguero de los argentinos, quienes "siempre parecen encontrar razones para plantear lo contrario".
El concepto del "efecto tango" como lastre del optimismo la acaba de expresar en un reportaje, de modo poco original por cierto, sobre todo tras la brillante y clásica definición de Enrique Santos Discépolo en relación a que el tango es "un pensamiento triste que se baila", un empresario mexicano probablemente entendido en ritmos vernáculos, del que Cristina se ha hecho eco.
Por lo tanto, la Presidenta acaba de recomendar el cambio de esa música "emblemática de la región rioplatense" por la chacarera y la zamba, "cosas que normalmente levantan el espíritu", no sea que vuelva a pasar con este tren lo que ocurrió con Puerto Madero, según ella "esa región maravillosa de la ciudad... tan fuertemente criticada y hoy desarrollada y valorizada", una zona que, por otra parte, fue un notorio emblema de los años '90.
Pero más allá de esta gaffe de impensado reconocimiento político al menemismo, en materia musical alguien debería haberle hecho notar a la Presidenta que si bien la chacarera es vivaz y hasta picaresca, no parece ser el caso de la zamba del folclore argentino (femenina y con "z") el mejor ejemplo para oponerle al tango, ya que se trata de una melodía cadenciosa que enmarca una danza de requiebro y galanteo y sus letras, por lo general, también tienen connotaciones de nostalgia por el pago, los amores perdidos o los almacenes de copas.
Y para terminar de complicarlo todo, quien desgrabó el discurso de Cristina para sumarlo a la página de la Presidencia de la Nación escribió, sin ningún pudor, "la samba" en dos oportunidades y de este modo quedó reflejado allí oficialmente hasta que fue corregido, casi 24 horas después de haber sido pronunciado.
Con ese error, la lectura de la alocución presidencial inducía a suponer que, al haberlo escrito con "s", se estaba haciendo referencia a la música emblema del Brasil, capaz de levantar a los muertos, un ritmo mucho más afín al "optimismo" y a la "fuerza" que, según ella, le falta a muchos argentinos, capaces de "desestimar y desarmar cada una de las iniciativas que se nos presentan".
Nunca se sabrá si el amanuense cometió un simple traspié o si actuó de esa forma porque se lo ordenaron, para hacer quedar bien a la Presidenta desde lo conceptual, hasta que se advirtió y fue corregido. Aunque tampoco habría que descartar que la incorrección haya sido parte de la venganza de un ofendido tanguero, dispuesto a sumarle un pelo más a la leche en defensa del sentir rioplatense, antes que a revolear los pañuelos o a bailar una chacarera trunca por decreto presidencial.