Hace unos años, dos analistas franceses, Denis Jembar e Yves Roucaute, escribieron un libro titulado "Elogio a la traición" en el que mostraron que la traición y la negación de las promesas son inherentes a los políticos, desde los antiguos griegos al español Felipe González.
Un enfoque realista de la política indica que cambian las circunstancias, los contextos, las relaciones de fuerzas, y los políticos deben saber adaptarse si es que quieren cumplir con el objetivo original de su profesión, que es acceder al poder y mantenerlo. El mundo es dinámico y los políticos tienen que ser pragmáticos.
¿Y cuál es el papel de los principios, de la palabra empeñada?, sería la pregunta desde un enfoque idealista de la política.
El mismo que, presuntamente, está utilizando el oficialismo, con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, tras el amargo despertar de la sonora derrota en el Senado. En sus primeras palabras luego del fracaso, Cristina habló de la traición de su vicepresidente Julio Cobos, aunque sin nombrarlo.
Lo mismo había hecho el jefe del bloque oficialista en el Senado, Miguel Pichetto, antes de cederle la palabra a Cobos para que el vice manifestara su voto decisivo: "Lo que tenga que hacer, hágalo rápido", le dijo, repitiendo las palabras de Jesús a Judas en la Ultima Cena. Luego, Judas, el paradigma del traidor, lo vendió por algunas monedas.
La palabra "traidor" es muy movilizante y en países como el nuestro, tan pasionales, se la ha utilizado siempre. En la década del ´70, la Juventud Peronista la usó mucho para sus cantitos, para sus aforismos. Uno de ellos decía, por ejemplo: "Apoyo a los leales y amasijo a los traidores".
Pero, muchas veces es una palabra fetiche, que encubre errores propios, deficiencias en el liderazgo y en la conducción. Bien mirado: ¿Qué otra cosa podía hacer Cobos que desempatar a favor del campo, de los productores de la provincia que gobernó, Mendoza, donde viven él y su familia?. No era su culpa si el kirchnerismo no había logrado más votos.
En otras palabras: ¿Debería haber puesto todo eso en jaque, su representación política, sus amistades y relaciones, su futuro político, por el apoyo a la decisión de una Presidenta y de un gobierno que lo ningunean, que disminuyen el valor de su cargo, que intentan colocarlo a tiro de decreto a pesar de que también él fue elegido por el voto popular?
Y Pichetto, ¿no habrá "traicionado" a nadie en su vida? ¿No habrá hecho como Pedro (otro "traidor" aunque luego se arrepintió), que negó varias veces a su Maestro, el ex presidente Carlos Menem, de quien fue discípulo destacado? ¿Quién puede levantar la primera piedra en la política argentina, en especial en el peronismo?
El uso maniqueo de esta palabra también pertenece al gen del campo. Ramón Saadi era un "traidor" cuando anunció su voto a favor del proyecto oficial y de inmediato los dirigentes rurales expresaron sus "dudas" sobre cómo había sido conseguido ese apoyo, colocándose en el altar de la superioridad moral.
Alfredo De Angeli apuntó varias veces contra los senadores "traidores al pueblo", que vendría a ser constituido sólo por él y por los que piensan como él. Así habían calificados los tres diputados rionegrinos que cambiaron su voto tras conseguir beneficios para los productores de manzana y peras de su provincia, su "pueblo".
La pasión es un gran aliciente para la política, salvo cuando no deja pensar o cuando oculta los intereses verdaderos.
*Editor del diario Perfil.