La ministra de Seguridad, María Cecilia Rodríguez, intenta encender un sahumerio para cambiar el tenso ambiente que se vive en su despacho del octavo piso de Gelly y Obes 2289. Pero antes de lograrlo uno de sus dos celulares vuelve a vibrar. “¿Pero el jefe de Gabinete tiene conocimiento de la situación en esa provincia?”, pregunta a su interlocutor. Las noticias que llegan del interior son poco alentadoras. El conflicto de las fuerzas provinciales por demandas salariales se esparce por el país. Rodríguez respira profundo y con un tono sumamente calmo asegura que todo es parte de “un efecto dominó”.
—¿Asumió en un momento complejo?
—Lo de Córdoba se transformó en un serio problema de seguridad, pero tiene que ver con una discusión, inicialmente salarial, donde las partes nunca hablaron o dejaron llevar el conflicto a una situación tal que hizo que la provincia viviera en un verdadero desmán.
—¿Cree que ese descontrol fue, en parte, algo organizado?
—Creo que hubo de todo. Nosotros, con algunas experiencias de otras situaciones de anuncios de saqueos, curiosamente en todos los diciembres, nos dimos cuenta de que hay de todo. También hay gente que arenga, hay aprovechadores. Pero desde esta perspectiva de seguridad democrática, que es la que vamos a profundizar, debemos trabajar para saber por qué un ciudadano común ve una sesión de saqueos y se acopla. ¿Por qué te querés llevar un televisor o un changuito de bebé? Habría que trabajar ese tema.
Escritorio. Las fotos en su despacho rememoran su participación en las misiones de paz en la guerra de Kosovo, su paso por Nicaragua y Honduras asistiendo a los damnificados del huracán Mitch, en 1998; o en El Salvador, por el terremoto de febrero de 2001.
—¿La Presidenta le pidió algo en particular?
—No, Cristina es muy generosa y confía en los colaboradores que tiene y ella quiere que profundicemos el modelo democrático de seguridad ciudadana. Que sigamos trabajando en el territorio con un abordaje integral, como lo hemos hecho con otros ministerios, que sigamos haciendo un exhaustivo seguimiento de las causas de delitos complejos, profesionalizar las fuerzas, y el bienestar laboral de los miembros de las fuerzas. Pero básicamente hacer una política pública de seguridad dentro de este marco de construir ciudadanía. Me dijo que tenía que seguir trabajando de la misma manera, con la misma pasión y el mismo coraje con los que había emprendido Kosovo, Indonesia, Haití, y otros lugares. Y no le pude decir que no.
—¿Cómo ve la situación del aumento del narcotráfico?
—Es cierto, yo lo veo. Pero es un delito a nivel mundial y no afecta sólo a nuestro país. Es una situación muy compleja donde hay bandas muy organizadas que manejan muchísimo dinero, conozco las experiencias en otros países. Pero me parece que hay una clara puesta en marcha de mecanismos y acciones para combatir ese delito, incluso con el desplazamiento de las Fuerzas Armadas, con investigaciones y demás. Se han hecho en los últimos años detenciones muy importantes. Quiero que quede bien claro que hay una absoluta voluntad política de investigar hasta las últimas consecuencias. Las investigaciones judiciales llevan un tiempo, son complejas y hay que esperar un momento adecuado, es una interacción entre el Poder Ejecutivo y el Judicial que a veces se hace complicado. Hay que atrapar a las bandas y no sólo a los vendedores menores.
—¿Van a volver a la frontera los gendarmes distribuidos en el Conurbano?
—Para nosotros que vivimos el territorio es buena la presencia de la Gendarmería. El delito va cambiando y las situaciones de los barrios van mutando. Me parece que tanto el Operativo Cinturón Sur como el Operativo Centinela generaron otras condiciones de convivencia. Incluso con las policías barriales.
Actitud. Rodríguez asegura que le gusta la acción en el territorio. Y afirma que es herencia de su abuela. “La primera que me dijo que la patria era el otro”, según cita. A lo largo de la entrevista también alude a la frase de Mandela “yo no sé si soy el amo de mi destino, pero sí sé que soy el capitán de mi alma”.
—Ahora le toca ser jefa de Sergio Berni, quien fue durante mucho tiempo jefe suyo.
—Para mí, el secretario de Seguridad es un soldado. Mi secretario es eso: mi secretario. Y yo, su ministra. Y no hay ninguna duda respecto de eso. Conformamos el mejor equipo de trabajo para este tipo de situaciones y para abordar cualquier tipo de problemas complejos.
—¿Cómo van a enfrentar el narcotráfico?
—Socialmente hay que declararle la guerra. El paco en los barrios es muy complejo. No debe ser casualidad que junto con mi designación también se haya nombrado a Juan Carlos Molina, padre en uso de licencia, que es una persona muy interesante y que trabajó con adicciones y daños colaterales.
—Hay problemas concretos, las fronteras son un colador. Eso se ve claramente.
—Cristina nos enseñó que los problemas hay que enfrentarlos. En 2004 Néstor Kirchner decidió poner radares, y pidió que se fabricaran acá porque si se compraban afuera se iban a terminar pagando tres veces. Tenemos que seguir mejorando, es cierto. Siempre tenemos que mejorar