Eran poco más de las 3 de la mañana del sábado 17 de octubre cuando sonó el teléfono de Juliana Awada. Dormida, la mujer de Mauricio Macri atendió. Ambos habían regresado de una gira de campaña por el interior. Le avisaron que Franco, el padre de su marido y candidato presidencial de Cambiemos, había sido internado en el Hospital Italiano con un cuadro complicado: una hemorragia interna. Macri se levantó rápidamente y salió desde su piso en Libertador y Salguero hacia el hospital envuelto en malos presagios: su padre tiene 85 años. En el cuarto de la habitación donde permanecía internado charlaron. Un diálogo de padre e hijo. Los dos solos en un momento de debilidad del viejo jefe del clan. Franco se recuperó, pero algo había vuelto a nacer en la relación tras décadas de distanciamiento.
El reencuentro ya venía dándose, lentamente, desde los últimos meses. Awada, a quien el patriarca de la familia suele elogiar cada vez que la ve, fue uno de los puentes para que mejorara el vínculo. Acaso por ello, el domingo pasado sorprendió a todos: por primera vez desde que su hijo hace política, algo a lo que siempre se opuso, Franco Macri llegó al búnker de Cambiemos con seriedad pero visiblemente emocionado.
Prácticamente no entabló diálogo con su hijo pero lo saludó afectuosamente en el vip del complejo Costa Salguero. Como un reflejo, el lunes, tras los festejos de la primera vuelta, y antes de ir a una entrevista en TV, Macri visitó a su padre. Caminó las menos de diez cuadras que lo separan de la casa de Franco, en el exclusivo Barrio Parque, y pasó un rato a divertirse: se prendió en un partido de bridge de los que suele organizar el patriarca del clan junto a sus amigos.
No siempre primó la paz en la relación. Ni por lejos. En febrero de 2014 Franco llegó a declarar que “el próximo presidente tiene que salir de La Cámpora” y durante los años previos, con su hijo en guerra política con el kirchnerismo, se cansó de elogiar al Gobierno, a Cristina Kirchner y a Néstor. “Son dos caras de la misma moneda: me permitió educarme, me dio mis primeras oportunidades de trabajo y me dio la locura por el hacer. Hasta que empezó a boicotearme y me di cuenta de que tenía que abrirme y desarrollé la locura por el fútbol y por Boca. Y a partir de ahí los quiebres fueron públicos y fue duro”, dijo Macri en TN esta semana. “En él conviven dos personas: la que me ama incondicionalmente y la que me boicotea”, agregó.
Hoy, cerca de llegar a la Casa Rosada, un anhelo que Franco jamás hubiera querido para él, el vínculo se resignificó.
El búnker del jefe
La inmensa casa que tiene Franco Macri en el coqueto Barrio Parque, cerca de la TV Pública, no sólo es el lugar en el que habita cuando no viaja a China. También, en la planta baja, un pequeño departamento armado como oficina es el lugar que eligió en no pocas oportunidades el candidato presidencial de Cambiemos para sus reuniones políticas.
Como en medio de la crisis por las escuchas ilegales o la primera reunión tras las elecciones de 2013. Hay suficiente espacio para un largo almuerzo o un retiro político. También allí recibió a Francisco de Narváez en un par de oportunidades, en los años en los que eran aliados.