La dirigencia de La Cámpora está sumergida en fuertes internas por la irrupción en escena de la figura de Daniel Scioli y también por viejas deudas que se facturan, como la derrota en la Ciudad de Buenos Aires. Los principales cortocircuitos existen entre el secretario general de la Presidencia, Eduardo De Pedro, y el secretario general de la agrupación, Andrés Larroque.
Wado De Pedro quedó posicionado como el más pragmático tras la decisión de Cristina Kirchner de ungir al gobernador bonaerense como único candidato del Frente para la Victoria. En cambio, Larroque quedó como el ala más dura que rechazaba la figura de Scioli como el “elegido”. Esas diferencias persisten hasta hoy.
Y se agravan porque desde que fue nombrado secretario general de la Presidencia, De Pedro incrementó su diálogo directo con Cristina Kirchner por encima de Máximo. Y Larroque es un soldado del hijo de la Presidenta. En la Ciudad de Buenos Aires quedaron heridas. Mariano Recalde era más un hombre de Wado De Pedro, y Juan Cabandié respondía más a Máximo Kirchner.
La derrota dejó mejor posicionado al diputado nacional que al funcionario de Cristina. Otro dato es que José Ottavis, el jefe de la JP bonaerense, quedó aislado: cortocircuitos con el cierre de listas bonaerenses lo dejaron mal parado.
La tensión en la cúpula de La Cámpora es permanente. Ahora, la mayoría de sus dirigentes peleará por un lugar en el Congreso. El jefe de la agrupación, Máximo, estará sentado en una banca de diputado a partir de diciembre.