Las buenas energías que puso Julián Domínguez para compartir un asado de "camaradería" con los popes de la Mesa de Enlace naufragaron casi desde el arranque, cuando los dirigentes le enviaron una señal inequívoca: no están para convites de esta naturaleza y quieren dialogar, de una vez por todas, para que se diseñen, vía consenso, las políticas agropecuarias que el campo necesita.
Desde que se vieron, por única vez, el ministro de Agricultura y los presidentes de las cuatro entidades del agro, las aguas comenzaron a dividirse y las respuestas se fueron diluyendo en invitaciones a encuentros técnicos que, dicho sea de paso, la flamante cartera rural se encargó de convocar designando, incluso, no sólo a su propia tropa en el INTA, sino también a los vocales que integrarán el Consejo del ente autárquico, en representación de los ruralistas.
Así las cosas y sin agenda para un nuevo encuentro (el primero se llevó a cabo el 6 de este mes), los gremialistas del campo volvieron al ruedo de sus propias reuniones internas, informativas y deliberativas, en especial para definir los pasos que seguirán desde ahora en adelante y, puntualmente, la línea que bajarán a sus bases, muchas de las cuales ya comenzaron a inquietarse. Y el malestar ha llegado a un punto más que álgido, ya que ratificaron que está en marcha el tractorazo que impulsan hacia esta Capital para el viernes 6 de noviembre, cuando caduque la "tregua" que el campo decidió respetar hasta que el ministro termine de "hacer pie" en su nuevo cargo. De hecho, dirigentes bonaerenses confirmaron que la semana próxima iniciarán una marcha a Luján, partiendo del departamento de General Villegas, para rezar por "la paz del país y la solución del conflicto" que mantienen Gobierno y campo desde hace 19 meses. Remarcaron que la Comisión de Enlace los acompañará en el derrotero, camino a la fe y comunicaron masivamente esa decisión, pero no recibieron ningún mensaje oficial sobre el tema. Más precisamente, no recibieron la señal que esperan de Domínguez, en quien necesitan creer y por quien intentan detener la avanzada de los chacareros, cuyos ánimos se caldean día tras día.
Domínguez, por su parte, como alejado de los reclamos, se empeña en demostrar que las indicaciones que recibió de la presidenta Cristina Kirchner son indiscutibles, además de necesarias para optimizar el desarrollo y crecimiento agroindustrial en el país, dando, obviamente, mayor valor agregado a cuanto se produzca.
Es en ese punto, precisamente, donde la dirigencia cuestiona al funcionario, en segundo término. El primero es el silencio oficial para concretar un nuevo encuentro... para trabajar, no para compartir un asado...
Están en desacuerdo con las declaraciones de Domínguez no porque no compartan los objetivos que el funcionario defiende de modo encendido y con alto voltaje político. Por el contrario, allí lo respaldan. Lo están pues consideran que sin reactivación productiva, faltará materia prima para seguir con los pasos que exige la cadena para dar mayor valor a un producto.
Dicen que pareciera que nadie advierte que este año, Argentina tendrá la peor campaña triguera de su historia, la menor en cultivos tradicionales -con excepción de la soja-, que las economía extrapampeanas agonizan -y muchas pampeanas también-, que el país ya perdió millones de vientres que no recuperará sin políticas de estímulo directo y sostenido y que las reservas ganaderas son las más bajas de los últimos diez años.
Junto con las "desapariciones", los establecimientos agropecuarios se llevan puesto a quienes fueron sus dueños, quienes se ven obligados a emigrar a ciudades más pobladas para desembarcar en los cada vez más numerosos bolsones de pobreza que rodean esta Capital, sin alejarse demasiado.
En ese escenario, sin soluciones para el corto o mediano plazo, rodeado de palabras encendidas de optimismo y como si el país transitara por el mejor de los senderos, el desencuentro entre el Gobierno y el campo sigue el mismo derrotero que, según pasan los meses, parece ser el único "no diálogo" que relacionará a las partes. Quizá sea necesario esperar un tiempo más. La última palabra, en tanto, la tienen los chacareros que conforman el país rural, mientras atraviesan su peor momento.
(*) Agencia DYN