La ex ministra de Salud Graciela Ocaña subió al avión rumbo a la Universidad Nacional de México con la sensación de que detrás de las amenazas se oculta “un grupo con una logística bastante sofisticada” como para amedrentar sin ser detectado. Ocaña, que ya había recibido amenazas durante su gestión en el Ministerio, en los últimos días expresó ante algunos allegados una preocupación más seria por su integridad y la de su entorno, ante la capacidad exhibida por quienes los amenazaron. Por ese motivo está tomando algunos recaudos especiales.
Esta semana estará afuera del país. La ex ministra encabezará unas charlas en el Centro Interamericano de Estudios de la Seguridad Social. Luego, se trasladará hasta Guatemala. El viaje podrá oxigenar el espeso clima instalado luego de los episodios intimidatorios. Ayer, un antiguo colaborador suyo denunció ante la jueza María Romilda Servini de Cubría nuevas a menazas personales.
La ex ministra sospecha que sus teléfonos están “intervenidos”, sus correos electrónicos, “espiados” y que los encuentros políticos, que mantuvo en los últimos días, fueron “fotografiados” desde un vehículo. El indicio más fuerte de esa presunción ocurrió la semana pasada cuando retiraba dinero de un cajero automático en la zona de Congreso junto con el senador bonaerense Santiago Nardelli. A los pocos días, el legislador recibió en su correo electrónico una amenaza, ligada a ese trámite: “Político honesto no lo sos, ¿verdad? Sabemos qué hacen con la guita”. Antes, Ocaña había recibido otro e-mail más violento. “Vos tenés mucho que perder. No jodan más. Es el último aviso”, le escribieron.