Aníbal Fernández es amante de la jardinería zen. Cuida de sus bonsáis hasta en vacaciones. El ministro de Planificación, Julio De Vido, cría pájaros en su chacra de Zárate. A Amado Boudou, vicepresidente electo, le apasiona tocar con su guitarra. Guillermo Moreno, el polémico secretario de Comercio Interior, tiene un pasatiempo menos armonioso: practica boxeo en un gimnasio de Saavedra.
“Tiene una excelente izquierda y sabe aguantar los embates”, sintetiza su entrenador personal, José Gabriel Benítez, hilvanando, con ironía, la destreza pugilística del secretario con el cargo que reviste en la jerarquía del poder kirchnerista.
Las especulaciones sobre el futuro de los colaboradores de Cristina tienen desde hace tiempo a Moreno entre los protagonistas de la danza de nombres. En los despachos oficiales sugieren que su intensiva participación en la City porteña por la demanda dólares lo postuló a la jefatura del Banco Nación. Otros, rechazan esa hipótesis, y señalan que podría recalar en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Por lo pronto, Moreno dio señales en el Mercado Central a un puñado de colaboradores que podría mudarse hacia otro lugar. Algo similar sucedió con su equipo de la Secretaría de Comercio Interior. Lo que nadie piensa es que en una semana más se transforme en un ex funcionario kirchnerista.
Las últimas semanas han demostrado que sigue siendo un superministro sin cartera, y que la nueva etapa de la política económica del Gobierno lo necesita como un gestor todoterreno. ¿Quién llamará a los bancos para planchar el dólar blue? ¿Quién presionará a las empresas para que liquiden las exportaciones? ¿Y para el consumo de energía? Se necesita un luchador incansable, y Moreno lo es.
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