Un día como hoy, hace 37 años, el Jefe de Policía cordobés, teniente coronel Antonio Domingo Navarro, tomó por asalto la Casa de Gobierno y detuvo a las autoridades que once meses antes habían ganado las elecciones con más del 50 por ciento de los votos.
Esa noche, el gobernador Ricardo Obregón Cano, su vice, Atilio López y una docena de funcionarios fueron privados de su libertad y obligados a permanecer en silencio con las manos en la nuca una hora, hasta ser trasladados al Comando Radioeléctrico.
En Buenos Aires, el presidente Juan Domingo Perón se mantuvo prescindente de la situación y se limitó a observar cómo los cordobeses se “cocinaban en su propia salsa”.
El viejo apotegma peronista: “El que gana conduce y el que pierde acompaña” fue dejado de lado no bien Obregón Cano juró como gobernador el 25 de mayo de 1973.
Su gobierno sufrió todo tipo de embates provenientes de la ortodoxia peronista derrotada en las elecciones internas.
El 27 de febrero, Obregón Cano se reunió temprano con el ministro de Gobierno, Erio Bonetto, y con el fiscal de Estado, Juan Carlos Bruera. Les comunicó que en la reunión sindical que se realizaría en la ciudad de Alta Gracia, la CGT regional quedaría normalizada y, además, que pretendía la renuncia del Jefe de Policía.
Acusaciones por manejos irregulares y un confuso episodio, en el que fueron acribillados cinco cooperativistas, motivaron su pedido.
Era frecuente en esa época que los militares llegaran a cargos jerárquicos “detrás de la onda peronista”, dice el diputado nacional Juan Carlos Dante Gullo. Navarro no fue la excepción. Llegó de la mano de los jóvenes de la Tendencia Revolucionaria Peronista y avalado por el comandante en jefe del Ejército, teniente general Jorge Raúl Calcagno.
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