El escrúpulo viene a ser como la piedrita que se mete en el zapato y lastima el pie. Molesta al físico. O a la conciencia, si se tiene una pizca de aprensión ética ante algún negocio o manipulación. Kirchner y Hadad no la sienten a la piedrita. No dudan. Avanzan, audaces, voraces. Consumen rápido y destruyen a igual velocidad. El poder los demanda, los iguala y los identifica. Tal vez termine devorándolos, cuando la estrella se apague.
El Presidente no tiene problemas en simular un pasado inexistente de defensa de los derechos humanos y al mismo tiempo alquilar aliados impresentables, ya sean intendentes, empresarios o periodistas. Los típicos y tradicionales felpudos a los que se calla con un poco de extorsión y otro poco de dinero.
Hadad tampoco se acompleja demasiado por aprovechar los recursos de un tipo de poder y de liderazgo que, se supone, detesta ideológicamente. Pero las hipocresías son parte del sistema político y parece que también de los medios necesitados de cash que se apalancan a su sombra. Siempre, claro, se puede alegar la estupidez del pragmatismo para justificar cualquier cosa. Pero la verdad es que aquí lo que estamos viendo es una gigantesca operación para crear un multimedios oficialista cuyo taparrabo es el ingreso de Los Werthein al Canal 9 y cuya función será darle soporte a la reelección presidencial ante un eventual giro crítico de Clarín. Eso cree y dice el Presidente. Los accionistas públicos y los financistas ocultos del canal podrán aprovechar la volada, hacer negocios, succionar al Estado y abogar por el silencio cómplice. Es el estilo kirchneriano de la “burguesía nacional”.
El mejor antídoto sería la transparencia, la independencia, la sinceridad. ¿Por qué desde la Rosada se podrá “botonear” el pasado de Joaquín Morales Solá y no el de Daniel Hadad?