“Gobernar es currar” no es lo mismo que “Gobernar es poblar”. Además de amar y creer en su país Alberdi escribía versos, tocaba la guitarra y enseñaba cómo bailar minué a las muchachas de París. Era completito. Kirchner en cambio es un tipo “on the rocks”. Va y viene y la piensa entre cubos de hielo. Es un frígido nato. Si escuchara decir a Bob Dylan “Para vivir fuera de la ley hay que ser honesto” no entendería nada. Lo suyo es cumplirle a la oscura pulsión que brota de la Caja. Día que pasa, más gente que sale volada del censo. Para él ”Gobernar es despoblar”.
Queriéndolo o no, esa frase acabará retratando su obra de gobierno (¿?) Por más que se oculte, encone y reaparezca haciéndose el amnésico, en eso está. En pasarnos por encima al precio que sea. Y a quien sea. Si Soros fue el gurú íntimo de Menem, el de Kirchner es Madoff. Tales para cuales. Pasa (y siempre por culpa del que les da de comer, no del porky) que cada tanto asoman en nuestro país “iluminados” así. Fabricantes de burbujas así.
Esta semana el Pope mundial y el Pope local coincidieron (o mejor, tuvieron el tupé) de mentar la pobreza. De donar uno parte de los tesoros vaticanos y otro, parte de la impúdica inflación de su fortuna, habrían contribuido en algo a mejorar la vida de unos muchos. El Pope de acá replicó desde Quilmes a la homilía de Benedicto en Roma con un blooper de su cosecha personal: "Nosotros tenemos autoridad moral para hablar de la pobreza” (¿No será más bien que lo que tiene es autoridad inmoral para multiplicar su riqueza?) Largó la frase y cacerola alguna salió a retumbar su bronca. Es que el Hastío impregnó ya tanto al entero país, que formó partido, tiene por lema “Dale que va” y encomendó su suerte a los dioses (si queda alguno).
Los dichos de ambos popes (pese al desmedido espacio que les brindó la prensa antigua) no pasaron de efímeros ecos. Para la realidad no suenan como voces. Tampoco como actos, los esbozos frívolos y pícaros del entremés político local. Con panorama tan poco alentador es poco serio fardar de analista y dedicar renglones, minutos y oraciones a lo sentido por Picheto ante el sólido encare de Sanz en el Congreso, al regreso de Massa a Tigre (cumplidos los “mandados” electorales que le ordenó su Jefe), a Moyano maquinando pasar de Hoffa a Lula o a la cumbre Kirchner-Grondona (vaya dos) de donde saldrían los 700 millones que requiere el servicio de anestesia popular del fin de semana.
De tanto vegetar mirando como se viene la política encima acaba uno como liebre en la ruta. De intuir ella que tras los focos llegará un camión de 18 toneladas se echaría a la banquina. Y hasta puede que solidaria, llamase a una asamblea de liebres despistadas para ponerlas en “autos” (o en “camiones”) De allí en más crecería una tal conciencia “lebrera” que ninguna más terminaría sus días en la parrilla de tan mal destino. Un día, al terminar de operar, René Favaloro se quitó el barbijo y comentó a su asistente. “Sabe en que pensaba recién... Fíjese en esta mesa de operaciones. Mírela bien. Todo es de afuera. Lo único nacional es el enfermo”. Y seguimos así. No hay signos de cura. Clavados en medio de la ruta y sin escuchar el bocinazo del camión de 18 toneladas que se nos viene encima. Ante el riesgo de que cada días más argentinos terminen en el radiador no queda otra que desear reaccionen a tiempo. Sí, que logren superar el pavor que los inmoviliza, eludan el topetazo de 18 toneladas del gobierno y salten a la banquina.
(*) Especial para Perfil.com