Podrían haber sido las verduras grilladas o el horno a leña lo que sedujo a Aldo Benito Roggio a cerrar varios de sus millonarios negocios en Gardiner, el coqueto restaurante de Costanera Norte. O quizás los adornos de estilo y la minuciosa atención, que le recuerdan su selecto departamento en el mítico edificio Kavanagh, en Retiro, que usa como búnker cuando viene a la Ciudad.
El empresario volvió a estar en boca de todos esta semana como una pieza clave en el conflicto gremial más largo de la historia del subte, que opera a través de una de sus empresas, Metrovías.
Con 67 años, es la tercera generación que está al frente del imperio familiar, que nació hace 103 en Córdoba por un inmigrante que, como muchos otros, pensó que la construcción iba a ser una gran oportunidad.
Con los años, Roggio nieto fue comprando las acciones a todos los herederos y hoy es la cabeza de una compañía con ocho unidades de negocios con una facuración oficial cercana a los $ 4 mil millones.
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