“Si no es capaz de cuidar al gobernador se tiene que ir”, lanzó la diputada. “No voy a ponerme la gorra y tocar el silbato”, respondió el ministro de Gobierno. La guerra verbal se desarrolla en Chaco y los protagonistas son las personas más cercanas al actual Gobernador Jorge Capitanich: su esposa, Sandra Mendoza, y su mano derecha, Jorge Alcántara.
El detonante fue un escrache a huevazos que ruralistas realizaron contra el mandatario la semana pasada, hartos de que haga oídos sordos a la situación que viven en una de las zonas rurales más marginales y donde el conflicto se vive con intensidad.
Esta no es la primera vez que la diputada nacional se cruza en público con alguno de los funcionarios de su esposo. En febrero, precipitó la renuncia del ministro de Salud al decir, sin nombrarlo, que “era más lento que una babosa embarazada”. Eso no es todo, suele criticar y poner en tela de juicio a través de los diarios, radios y programas de TV, a los colaboradores de su marido.
Si así trata a los propios, quienes no coinciden con su pensamiento la pasan igual o peor de mal. La señora de Capitanich no tiene problemas en tildar de a los opositores de “ñoquis políticos”, “extorsionadores”, “máquinas de obstruir” y hasta “fascistas”.
A diferencia de otras primeras damas provinciales que prefieren mantener el perfil bajo, la imagen de Mendoza es como el de Cristina Kirchner: la de una mujer fuerte, que vive la política tan o con más intensidad que su esposo y está siempre presente en los medios con opiniones fuertes.
Su rol en el paro rural no ha sido menor, ni ha pasado desapercibido. Hace algunos meses, cuando el conflicto rural recién comenzaba pero en Chaco se vivía de manera muy cruda, la diputada Mendoza fue agredida en un confuso episodio durante una sesión de la legislatura provincial. Ella responsabilizó a los chacareros: "Son golpistas disfrazados de democracia", lanzó.