Es monja desde hace más de medio siglo. Fue coordinadora de las hermanas franciscanas de la Argentina y Uruguay. Compartió la obra de monseñor Enrique Angelelli en La Rioja, defendió las tierras de la comunidad wichi, vivió la génesis del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo junto al padre Carlos Mugica y desde hace diez años trabaja en uno de los barrios más postergados de Quilmes. María Regina, la hermana Regina, es la “madre espiritual” de Elisa Carrió. Esta monja franciscana de 72 años acompañó la conversión que hizo la líder del ARI en la última década desde un agnosticismo militante. Esta semana lanzó junto a la diputada Mujeres por la Paz, una agrupación interreligiosa e intercultural enmarcada en la coalición cívica lilista. “Algo está cambiando. Debe ser el Espíritu de Dios que está actuando”, afirma Regina.
—¿Por qué decidió “sacar la iglesia a la calle”, como dice Carrió?
—Nosotras salimos después del Concilio Vaticano II. Pero ahora, lo novedoso es que comenzamos a andar ese camino entre mujeres de distintas religiones, con distintos dolores y provenientes de distintas realidades.
—¿Cuál es el aporte de Mujeres por la Paz?
—El pensamiento múltiple. La unión de las miradas diferentes. No para que pensemos todas igual, ése no es el objetivo. Sino que el diálogo implica unidad.
—¿Cuándo conoció a Carrió?
— La escuché por primera vez un Día Internacional de la Mujer, en Quilmes, hace más de diez años. Me llegó la forma en que se expresó sobre la mujer. Era un discurso diferente. Me acerqué. Le advertí que no era política y menos radical. “Soy monja”, le dije y le pedí que viniera a nuestra parroquia. Me dio el teléfono. Hablamos a los dos días. Y desde ahí fue como si nos hubiéramos conocido de siempre.
—Ella dice que usted es su “madre espiritual”...
— Lilita había empezado a trabajar en el informe de lavado de dinero. No la llevaba fácil, le hacían la vida imposible. Y conmigo podía hablar. Leíamos juntas el Evangelio. Supongo que eso la sostenía.
—¿Qué le atrajo de ella?
—Su coherencia. Ella quiere que el reino de Dios le llegue a cada uno de los hombres. Eso significa que todos sean considerados iguales. Y creo que lo va a hacer.
—¿Cree en Carrió?
—Sí, pero no vamos a pretender que ella, desde allá, haga todo. Pero lo que dice que va a hacer lo va a hacer. Ella se opuso hasta a su propio partido. Una vez le dijo a De la Rúa: “Si usted se va con esta gente, no termina su mandato”. Le dijeron que estaba loca. Y pasó.
—Cuando la diputada habla sobre sus predicciones, dice que está “parada en el porvenir”.
—Y es así. Pero la dejaron sola.
—¿Ya había sentido afinidad por algún partido?
—Cuando se fue Lanusse y vino Cámpora. En esa época una sentía que podía haber algún cambio. No ocurrió.
—¿Cómo se explican los nuevos protagonismos políticos que han asumido algunos integrantes de la Iglesia?
—Muchos nos dimos cuenta de que es necesario. Si se quiere lograr que la situación cambie, tenemos que dar cuenta de lo que la gente reclama y vive. Es el camino del Evangelio.
—¿Cree que son necesarias “más Piñas” para producir ese cambio?
—Y sí. Faltan muchas Piñas.
—Hay como una concepción popular de las monjas como las hermanitas, en diminutivo. ¿Pueden estas hermanitas producir el cambio?
—Sí, las hermanas podemos cambiar el mundo. Pero no porque seamos monjas, sino porque somos mujeres. Las mujeres somos más arriesgadas, como Carrió.
“Me perseguía un complot de monjas”. Elisa Carrió estaba segura de que un “complot de monjas” la perseguía. Cuando la hermana Regina, su “madre espiritual”, se le acercó a mediados de los 90, era la tercera religiosa que se le arrimaba. En una visita a Catamarca, unos días antes, otras dos monjas la habían saludado después de su discurso. “Le pedí a mi hermana, que estaba comprometida en la Iglesia, que preguntara, que averiguara, por qué me seguían, qué esperaba Dios de mí”, recuerda la diputada, que hasta hace una década era una atea convencida. Hoy no sólo que Carrió es “militante católica”, sino que entre sus afiliadas hay varias monjas. Como la hermana María Inés, la actual coordinadora regional de las monjas franciscanas.
“La Iglesia tiene que descubrir que la gente necesita otra cosa. No cosas etéreas. Está muy bien que bauticen a los niños, o que vayan a catecismo. ¿Y la vida de todas esas familias postergadas? Después se preguntan por qué la gente ya no va a las iglesias. ¿Porque es más mala, o porque rechaza a Dios? No. Porque está lejos”, reclama la religiosa, que en Formosa integra el Foro Permanente por la Democracia, donde milita contra la reelección indefinida del gobernador Gildo Insfrán.
—Los curas que se han expresado explícitamente contra las políticas del Gobierno, como el padre Guillermo Marcó, han tenido inconvenientes. ¿No temen alguna represalia?
—Las religiosas somos más independientes que los obispos o los curas. Y nuestra congregación en especial ha estado siempre muy cerca de la gente. Las monjas fuimos las primeras que captamos el discurso de Carrió porque nosotras ya estábamos en otro discurso.