POLITICA
Sindicalismo - opinin

La modificación del modelo estatal-burocrático es parte de la lucha por la democracia

En las modernas sociedades industriales el poder del capital se ve contrarrestado por la fuerza de las organizaciones sindicales. Pero la defensa del rol tradicional de los sindicatos no puede servir de pretexto para ocultar las miserias de un sindicalismo alejado de esos presupuestos.

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El capitalismo, como los coches, necesita frenos. En las modernas sociedades industriales el poder del capital se ve contrarrestado por la fuerza de las organizaciones sindicales y está comprobado que la presencia de unos sindicatos sólidos favorecen la mejora en las condiciones de trabajo y una mayor equidad en la distribución de la renta.

Pero la defensa del rol tradicional de los sindicatos no puede servir de pretexto para ocultar las miserias de un sindicalismo alejado de esos presupuestos.

En la Argentina, las organizaciones sindicales surgieron de modo autónomo a finales del siglo XIX, propiciadas por inmigrantes socialistas y comunistas. Pero fue gracias al calor oficial, con el peronismo, que alcanzaron un grado de desarrollo singular, casi único en América latina.

El peculiar modelo que se diseñó entonces continúa aún vigente y tiene el sello del paternalismo del Estado. Consiste básicamente en otorgar el monopolio de la representación sindical a un único sindicato por rama de industria, al que se le confiere la "personería gremial".

La obtención de la misma -otorgada por el Estado- le permite al sindicato negociar las convenciones colectivas de trabajo y que sus afiliados -una vez designados delegados de fábrica- gocen del beneficio de la estabilidad en sus empleos.

Finalmente, les otorga el manejo de cuantiosos fondos de las obras sociales. Por consiguiente, las asociaciones gremiales que carecen de "personería", no tienen ninguna de estas ventajas y desempeñan un rol meramente testimonial.

Este modelo, que acaba de ser puesto en cuestión por el fallo de la Corte Suprema, carece de réplicas en el mundo. Es completamente anacrónico y no hay ningún país que se guíe por parámetros similares.

De los modelos vigentes, los más conocidos y razonables son los que imperan en Francia y España, donde existe pluralidad de asociaciones sindicales y la Ley establece simplemente unos mecanismos que garantizan la democracia sin restricciones en las elecciones de delegados sindicales en las empresas.

Luego, a efectos de intervenir en la discusión de los convenios colectivos de industria o empresa, se le asigna una representación a todas las asociaciones sindicales sin distinción, proporcional al número de delegados electos. Los problemas que genera el monopolio sindical son evidentes y conocidos. Fueron descriptos tempranamente, en 1915, por Robert Michels, en su conocido estudio sociológico de las tendencias oligárquicas en la democracia moderna.

Decía Mitchels, que "cabía esperar que la enérgica entrada del proletariado en el escenario mundial tuviera una influencia ética regenerativa" pero que esos pronósticos se había visto defraudados. "Cuanto más se aproxima el proletariado a la conquista del poder y de la riqueza de la burguesía, tanto más adopta los vicios de sus antagonistas y tanto más se transforma en instrumento de corrupción", añadía el pensador. Para Mitchels, la explicación acerca del fenómeno de oligarquización inevitable de las élites que conducen las organizaciones, obedece, en parte, a razones psicológicas. Pero la causa fundamental la encuentra en la dinámica propia que resulta de la consolidación de todo conglomerado organizado.

"La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los de electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía", completaba.

Si toda estructura organizada tiende, por naturaleza, a adoptar un carácter oligárquico que ahoga el principio democrático, con más razón cuando es la ley la que favorece la presencia de una élite que se perpetúa en el control de unos recursos y poderes cedidos en forma de monopolio por el Estado.

Si la lucha por la democracia consiste fundamentalmente en lograr ver reducidos los espacios de poder impenetrables al juego democrático, sin duda, la modificación del modelo estatal-burocrático argentino es una tarea inaplazable.

Por tanto, el fallo de la Corte Suprema obliga a un cambio radical de la vigente Ley de Asociaciones Profesionales, para dar lugar a un sistema de pluralidad sindical. Mitchels, ganado por un cierto pesimismo, también afirmaba que "sólo un examen sereno y franco de los peligros oligárquicos de la democracia nos permitirá reducirlos al mínimo, aun cuando jamás puedan ser del todo eliminados". No obstante, como también advertía, "aunque los ideales de la democracia y el socialismo jamás pueden ser alcanzados, la lucha constante en procura de ellos es la única forma de acercárseles". Una guía sugerente y todavía actual para tantos navegantes de izquierda desnortados en la Argentina.