En un lugar de los Estados Unidos, pero fuera del estado de La Florida, Horacio Stiuso sigue de cerca la evolución de su situación judicial en la Argentina que el Gobierno intenta mantener agitada para forzarlo a una negociación. A Cristina Kirchner le murmuran conspiraciones que tienen a Stiuso como titiritero, lo entrevén detrás de las denuncias hasta el punto de transformarlo en una obsesión. Tanto que la jefa de Estado terminó por malgastar su último discurso ante la ONU y lo usó para salpicar al mundo con el lodazal doméstico de espías.
Oscar Parrilli, a cargo de AFI, aseguró que se encuentra en el estado de La Florida cuando en la semana explicó los motivos que llevaron a CFK a reclamar su entrega a los Estados Unidos. Pero quienes mantienen contacto con Stiuso y lo ayudan a desactivar las granadas judiciales que el Gobierno intenta sembrarle en Comodoro Py, sugieren mirar hacia otra costa. La información certera llegará de la respuesta de la oficina de Aduanas y Control Fronterizo (Customs and Border Protection, CBP).
Stiuso no está solo en su refugio. Está acompañado por su actual pareja y sus hijas. El espía tiene familia en California hace tiempo. Después de trabajar durante décadas en coordinación con la CIA, nadie debe imaginarlo vagando por las carreteras como si se tratara de un Richard Kimble contemporáneo.
Los personajes como Stiuso evolucionaron con una doble condición. En el ámbito internacional siempre operaron en sintonía con las agencias de los Estados Unidos. En el ámbito doméstico, en cambio, la línea central de la SIDE respondía directamente a las órdenes presidenciales. No cambió con Néstor Kirchner. A pesar de su retórica, el ex presidente mantuvo en su gobierno el trabajo conjunto con las agencias norteamericanas, tanto en la lucha contra el terrorismo como contra el narcotráfico.
Es aquello que con desparpajo el politólogo Carlos Escudé bautizó como “realismo periférico de mínima” para señalar que la coordinación entre Carlos Menem y Estados Unidos con su “realismo periférico de máxima” había tenido una continuidad más sutil y disimulada con Kirchner. Funcionó hasta que a fines de 2014, Cristina se convenció de que había perdido el control de los jueces y que estaba detrás de la denuncia de Alberto Nisman. El acuerdo entre el Gobierno e Irán puso en contradicción la doble fidelidad de Stiuso.
Todo se desmoronó y el dueño de innumerables secretos marchó hacia los EE.UU. y se transformó en una obsesión local. Desde allí, el juego judicial que desplegó tuvo dos objetivos. Primero preservar su seguridad, como las denuncias que presentó y el escrito que entregó a la Corte Suprema. Segundo, ganar tiempo para presentarse recién cuando cambie el gobierno. Una carrera de tres meses.