
Si la ciencia política pudiera comprobar que los discursos de Néstor Carlos Kirchner por cadena
nacional son, en efecto, providenciales, sería injusto dejar fuera de la promoción de tales
milagros a Cristina Fernández de Kirchner, varias veces bautizada en este mismo espacio como Santa
Cristina de los Buenos Ayres Patagónicos.
Es que, según la siempre sinuosa versión oficial de los hechos, la Primera Dama desempeñó un
papel esencial en la escritura del mensaje presidencial transmitido el viernes a la noche, cuarenta
minutos antes de que el albañil ultrakirchnerista Luis Gerez reapareciera semidesnudo por las
calles de Garín.
El propio Gerez (principal testigo de cargo para el desbarranco político del blindado Luis
Abelardo Patti) pidió hablar con Cristina, apenas recuperó el habla. “Les debo la
vida”, le dijo desde el hospital de Escobar. Y dicen que ella carraspeó, por no llorar. Hasta
un rato antes, ni en la Casa Rosada, ni en La Plata, ni en la Fiscalía, ni en la Policía daban la
más mínima señal de tener la menor idea de la suerte del desaparecido. Pero a Gerez lo soltaron,
para alegría de su familia, delirio de los funcionarios y, ojalá, para bien de todos.
Los Kirchner brindarán esta noche aliviados. Desde la desaparición de Jorge Julio López el 17
de septiembre hasta el retorno con vida de Gerez, anteayer, todo parecía confabularse para armarles
un fin de año demasiado difícil. En medio se dieron los sucesos violentos del Hospital Francés y
los más violentos aún del traslado de los restos de Perón, empeorados por los bochornos de Misiones
y el piñazo. El posterior no presidencial a la reelección de Felipe Solá, el aún virtual
lanzamiento de Daniel Scioli y la idea cada vez más desparramada de que ni siquiera Kirchner se
presentará a la reelección en octubre, pusieron la pelota en el terreno pingüino, donde les encanta
jugar de contragolpe. Por eso los Kirchner, cuando el viernes a eso de las 21.45 escucharon las
palabras mágicas (“¡Apareció, está vivo!”) se sintieron como el jugador que grita:
¡bingo! Y doblaron la apuesta.
Cristina juega un papel central en la redoblona 2007. Su marido no se cansa de llevarla a los
actos bonaerenses para elogiarla ante la multitud, gesto que muchos interpretan, más que como una
simple galantería, como un prelanzamiento a la carrera por la Presidencia de la Nación. No todos,
sin embargo, se aferran a lo que consideran “demasiado obvio”.
Esta semana, los encuestadores oficiales volvieron a medir la intención de voto a la Primera
Dama en la provincia de Buenos Aires. La testean también, claro, como eventual sucesora de su
marido (ver infografía). Pero las presentaciones judiciales contra Scioli por no haber ejercido
jamás su derechos ciudadanos en territorio bonaerense pone a los Hombres K en un dilema: si el ex
motonauta, ex menemista, ex adolfista y ex duhaldista no pasa la prueba en los Tribunales, nadie
sería mejor candidata en el distrito más turbulento del país que la propia Cristina. las encuestas
afirman que ganaría ante cualquiera de los posibles rivales por un margen aún mayor que Scioli (ver
aparte).
Tanto para las presidenciales como para las elecciones a gobernador bonaerense, la esposa del
Presidente atesora una imagen positiva del 60% (sólo la supera Néstor Kirchner), basada en una suma
de valores. El politólogo Ricardo Rouvier los sintetiza así: “Se le reconocen entereza,
fortaleza, voluntad y firmeza en sus convicciones. Como valor negativo, se le cuestiona cierta
falta de experiencia ejecutiva”. Es precisamente este último detalle el que preocupa más a
los armadores de la estrategia kirchnerista. La provincia de Buenos Aires es un polvorín atizado
por la delincuencia, por una Policía ingobernable y corrupta, y por un déficit presupuestario que
puede llegar a desesperar al más pintado. Vaya si hará falta ejecutividad para ponerla en orden.
Los menos convencidos de la jugada Cristina Gobernadora otorgan a esos mismos temores un
sentido antiestratégico. “Exponer a Cristina es exponer el proyecto político, cosa que no
pasaría de ningún modo en una alternancia con el Presidente”, suponen.
En tal caso, ya Alberto Fernández salió esta semana a aclarar que “la idea de Cristina
al Gobierno, Kirchner al poder no está en la cabeza de nadie” y que “Cristina sería una
excelente presidenta por sus propios méritos”. Sus operadores refuerzan el concepto añadiendo
una explicación pretendidamente histórica: “Lo que pasa es que Cristina no es al Presidente
lo que era Evita a Perón, y mucho menos lo que era Isabel al General. Ella tiene luz, voz y votos
propios”.
—Aparte de que Evita no llegó a ser candidata y que Isabel llegó muerto Perón y fue un
desastre, digamos –interrumpió PERFIL.
—Nada que ver... El problema de Evita fue que, entonces, Perón esta demasiado vivo. Y
el de Isabel, que estaba demasiado muerto. Nada de eso se repite ahora ni se va a repetir.
Tanta confianza contrasta con una realidad que Los K saben disimular bastante bien: todavía
no se sienten seguros como para dedicarse a hacer la plancha. Saben que llegaron al poder con
apenas el 22,1% de los votos y sin estructuras propias. Saben, también, que en la provincia de
Buenos Aires se puede ganar, pero que conquistarla para algo duradero es otra cosa. En esos
menesteres (los de armar poder propio) los Kirchner tienen muy claro que no puede dejarse nada,
pero nada de nada, en manos de la Providencia, que es bella pero imprevisible.