Una publicidad de leche de magnesio aparecida en el número 1.105 de la revista El Hogar (primera mitad del siglo XX), señalaba el recorrido que una mujer debía hacer en la vida por esos años que fueron muchos: “ De niña…, de novia…, de madre…”. Y sólo eso. Por tanto, si el 28 de octubre de 2007 la doctora Julieta Lanteri hubiera estado controlando las boletas electorales tal como lo hizo en 1919, habría recibido su sueño envuelto en papel de lujo. Lanteri, una gran luchadora por los derechos civiles y políticos del género, habría visto aquel día a dos candidatas disputándose la presidencia: Cristina Fernández y Elisa Carrió, ambas mujeres con largas trayectorias políticas.
Algunos teóricos hablan desde hace unos años de la feminización de la sociedad. Y de cómo la masiva participación de mujeres en distintos ámbitos gesta un proceso en dónde lo femenino, con sus valores y atributos particulares, aparece despacio también en la política.
Esto podría implicar cambios en el funcionamiento tradicional de las cosas. Pero se advierte, la cuestión no sería sencilla y siglos de cultura paternalista y de masculinización deben ser des-aprendidos para que también se corte la cadena de educación machista de madres y padres a hijos e hijas.
Pues bien la feminización es entonces algo más que muchas mujeres participando. “Se atribuye a lo masculino atributos relacionados con la autoridad, el poder, el rol protector, mayor distancia en el trato, mayor capacidad de diferenciar lo emocional de lo racional. Y lo femenino representa cuestiones de cercanía, mayor sensibilidad, protección más personalizada, menos distante, mayor capacidad de diálogo y de integración. Está demostrado que hay hombres que tienen fuertes atributos de lo femenino y mujeres más de lo masculino”, explica la socióloga Doris Capurro.
No obstante la forma tradicional de hacer política y manejar el poder está vinculada a lo masculino, donde últimamente todo es negociable y donde se dejaron de debatir ideas y principios para discutir la parte de la torta que a cada uno le corresponde.
¿Qué pasa con una mujer nada menos que en la Presidencia? ¿Es condición para darle el tono más femenino al poder en la Argentina? En su asunción frente a la Asamblea Legislativa hace un año, Cristina Fernández pareció dar esa nota con un discurso sólido, bien articulado y firme, saltando por encima de las históricas antinomias. Si hasta se le disculpó que se apoyara en la diferencia cuando al final dijo: “Sé que tal vez me cueste más porque soy mujer”.
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