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La realidad obligó a Cristina a volver a ser un Kirchner Marca Registrada

Como en el juego del Tetris, las piezas han comenzado a caer cada vez con mayor velocidad y han determinado de modo inequívoco que Cristina Fernández de Kirchner se ha quedado sin luna de miel, esos famosos 100 días de gracia que, se dice, gozan todos los gobernantes apenas asumen.

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Por gravedad e importancia, pero sobre todo por repercusión pública, la maleta venezolana, la crispada relación con los Estados Unidos, el empuje del Mercosur y el caso Uruguay, el reconocimiento de la crisis energética, la venta parcial de YPF, que para Elisa Carrió es un negocio "para los amigos", las mesas sectoriales con empresarios, la guerra de la leche y las peleas internas de la CGT (apoyo a Gerardo Martínez, abandono de la amistad tras los cortes de calles y apoyo a Moyano) fueron cuestiones que aparecieron en tropel durante la semana y amenazaron con marear a la Presidenta demasiado pronto.

Todos estos apurones que le han caído en cascada, le han exigido a Cristina reflejos rápidos, aunque muchas veces tuvo que actuar impulsivamente y no con el remedio necesario para cada problema y en otras oportunidades lo ha hecho con más ideología que pragmatismo, lo que le agregó mayor tensión a la creciente dinámica los acontecimientos.

Se sabe que los programadores del popular entretenimiento ruso le han puesto las mayores dificultades recién cuando los casilleros comienzan a agolparse caóticamente, algo que le suele suceder a los gobernantes casi siempre, pero no a los diez días de su asunción, sino tras la suma de muchos errores o aún por cansancio.

Mientras procuraba no mostrar su decepción por las contrariedades y buscaba las culpas afuera, la Presidenta también debió hacer sobre la marcha un viraje no imaginado hasta hace escaso tiempo atrás y volver al más puro estilo Kirchner, cuando muchos decían que había llegado a la Casa Rosada para planchar los arrugones que dejó su marido, pero con vocación de mediano y largo plazo y para exhibir una integración diferente con el mundo.

Algún ofuscado dirá que, gracias a los problemas, "se le vio la pata a la sota", pero lo cierto es que fue tan fuerte el cimbronazo, sobre todo en el caso de la valija, que tuvo que salir a la lisa el mismísimo Néstor, en misión de fiel escudero para defender a su Dama, aún a riesgo de que se piense que la nueva presidenta no tiene el piné suficiente para arreglárselas sola, tal como la oposición dejó sibilínamente trascender. Sin embargo, para la Casa Rosada, la aparición, atril mediante, del ex presidente no debería menguar la figura de su sucesora, ya que se trata, según se explica por allí, de la figura del Jefe del Partido gobernante que sale a defender a la Jefa del Estado, "tal como ocurre en las democracias europeas".

Entre tantas amarguras, el lado positivo que tiene tamaña tormenta es que Cristina tiene ahora la oportunidad de demostrarle a la ciudadanía cómo responde en situaciones que hacen al equilibrio y a la cabeza fría, de un modo que debería ir más allá del discurso oportunista o de la toma de una medida demagógica, de cara a un 2008 muy diferente a como quizás ella lo había imaginado. Una vez más, entonces, la realidad acaba de superar a las buenas intenciones y se verá, apenas haya un respiro, si hay vocación de volver a timonear el barco para capear el temporal y retomar el rumbo con el que Cristina ganó las elecciones o si se vuelve definitivamente a la vieja receta del día a día que tanto estima su esposo, lo que no deja de ser un retroceso. Lo que resulta seguro, en gente de tanta vocación política como los Kirchner, es que la nave no quedará al garete.

Lo que ha dejado también esta semana como evidencia de algo que se ha venido repitiendo desde hace más de cuatro años es que nadie se achica en el Gobierno a la hora de comunicar, en ninguno de los temas de tan problemática grilla. La gran coherencia que unifica el "relato" oficial es el alto grado de convicción que ponen todos sus difusores para envasar y envolver con moño de regalo cualquier afirmación de su discurso. Si se trata de una verdad irrefutable o de una mentira inconsistente no importa tanto, como que suene redonda y grata a los oídos, sobre todo en aquellos temas que las encuestas han mostrado lo que luego los funcionarios repiten como verdades universales.

Salvo alguna gaffe risible del gobernador Daniel Scioli en materia de racionalización energética, atribuible a la necesidad de quedar bien, aunque la realidad sea exactamente a la inversa ("vea, señora Presidenta, como otros países hacen lo mismo que Usted", ha dicho con una sonrisa), todos los demás protagonistas, en todos los temas, se han convertido en estos días en hábiles declarantes y cruzados de la comunicación, a la hora de empuñar un micrófono con convicción y seriedad.

El caso más notorio de línea bajada en un solo sentido fueron los ataques a la relación con los EE.UU., país al que los argentinos le tienen acendrada tirria. En este tema, no hubo una sola admisión de responsabilidad, ni siquiera porque aquel que trajo la famosa valija llena de "papelitos" de color verde, el venezolano Antonini Wilson, quien cometió el delito, haya sido un "invitado" a viajar en un avión fletado por una empresa del Estado argentino, ni porque lo hayan dejado alegremente convertirse en prófugo o ni siquiera porque se paseó como por su casa nada menos que por dentro de Balcarce 50.

Para ninguno de los voceros, el caso de los 800 mil dólares no ha sido otra cosa que una intromisión de los Estados Unidos, país que busca, según la visión oficial, desacomodar la relación de la Argentina con Venezuela y por ende con el Mercosur en bloque, al que estaría buscando desestabilizar. Hasta se ha llegado a decir que el episodio tendría como motivación evitar la competencia que podría hacerle el Banco del Sur al Fondo Monetario. Igualmente, el argumento no tuvo unanimidad en el seno del Mercosur, ya que después de que Cristina apuntara en Montevideo al demonio estadounidense como gestor de todos los males de la región, el presidente Lula advirtió con algo más de lucidez que "los problemas están adentro y no afuera" del bloque, quizás mirando la pasividad que mostró Uruguay a la hora de ejercer la presidencia pro-témpore y con un claro mensaje hacia la Argentina sugirió que ahora su Presidenta tiene la posibilidad de demostrar en la práctica y no de forma meramente declamativa que hay una corriente bastante homogénea entre los países.

Habrá seis meses para intentarlo, con un desafío comercial que no ha trascendido demasiado en la prensa, pero que hay que marcar para ver hasta dónde puede llegar Cristina, si su apertura ideológica se lo permite, para avanzar al respecto. Desde la política y desde la armonía y la penetración del conjunto, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet en su discurso pidió identificar proyectos concretos que ayuden a la integración. Y para evitar quedarse en la teoría ofreció uno propio, para que los países del Mercosur se sumen, como socios proveedores, a sus propios tratados de Libre Comercio, de los muchos que ha firmado por el mundo. Arrancó hablando de Asia y Oceanía (Japón y Australia), pero a nadie se le escapa que Chile ha signado un TLC con los Estados Unidos, además de otro con la Unión Europea, de sucesivos tropiezos con el bloque sudamericano.

"Reitero nuestra disposición para que empresarios chilenos con los del Mercosur puedan enfrentar desafíos conjuntos, por ejemplo, con los países del Pacífico", dijo Bachelet a los demás presidentes tras lo cual recordó, a modo de anécdota, que en un viaje a la India, ese país estaba interesado en comprar almendras, pero querían "siete veces más" en volumen de lo que tenía para ofrecer Chile.

Así, con mucho espíritu práctico, la insospechada Bachelet le ha puesto por delante al Mercosur una interesante zanahoria para ayudar a la integración y a la solidez del conjunto y quizás para gambetear los prejuicios de acercamiento de todos los demás a los Estados Unidos.

Junto a Cristina, estuvo sentado en esa Cumbre Martín Lousteau, quien escuchó muy atentamente y tomó nota del ofrecimiento para trasladarlo a los hombres de negocios argentinos. El flamante ministro de Economía toca la misma cuerda que la Presidenta en cuanto al modelo, pero con variaciones interesantes en la ejecución. No sólo porque él mismo se ha dedicado ya a mantener reuniones con sectores empresarios, sino porque logró torcer algunas ideas de los Kirchner referidas al Pacto Social y porque él ha sido el inspirador de la frase que Cristina repite cada vez más a menudo: "en alimentos y energía está el futuro".

Sin embargo, Lousteau no ha tenido más remedio que acomodarse al papel de "policía bueno" que le tocó en el reparto, para ayudar a los empresarios de todos los sectores a sumar competitividad y para convencerlos de que hay futuro, vía imprescindible para que inviertan. En este sentido, ya hizo dos interesantes reuniones con la cadena agrolimentaria y con la industria automotriz, sectores que se llevaron la mejor de las impresiones del ministro.

Y del lado del "policía malo" ha quedado el inefable Guillermo Moreno, a quien la Presidenta recurre cada vez que hay que ladrarle a alguien y a quien ahora le ha puesto por delante la tarea de constatar que las nuevas lamparitas de bajo consumo no aumenten de precio por la demanda. Toda una misión.