Bronca, impotencia y pánico son las sensaciones que invaden por estas horas a los tucumanos, que de a poco tratan de volver a la normalidad, después de una semana cargada de violencia que dejó como saldo cinco muertos, 250 negocios saqueados y la incertidumbre que la huelga policial se pueda repetir. El gobierno no sólo aceptó otorgar el aumento salarial llevando el básico a $ 8.750, sino que reincorporó a los policías que impulsaron la protesta.
La situación coloca al gobernador José Alperovich en su hora más crítica.
Ayer, nueve policías fueron detenidos en la capital provincial y serían imputados por el delito de “sedición”. Los agentes, entre los que hay un comisario y dos mujeres, fueron arrestados entre el viernes y ayer a la madrugada y fueron llevados a Tribunales.
Descontrol. Nadie desconocía en la provincia que si Alperovich no otorgaba el incremento salarial se producirían los saqueos. Ni siquiera el propio gobernador, que ordenó retirar de exhibición los autos de su propia concesionaria. Pero en lugar de conciliar, prefirió el silencio y esperar que los saqueadores tomaran la ciudad. Desde el comienzo de su mandato, Alperovich no pudo ocultar las falencias en materia de seguridad. Designó amigos en el área, que terminaron por ser expulsados por escándalos como el crimen de Paulina Lebbos ( donde fueron acusados los hijos del poder) y el caso Marita Verón.
En la justicia tucumana existe la sospecha que los cabecillas que lideraron la rebelión policial no solo facilitaron los saqueos liberando la zona, sino que además actuaron en convivencia con los delincuentes. En una recorrida que realizó PERFIL por Banda del Río Salí, muchos vecinos coincidieron en señalar que en la noche de los disturbios era alevoso observar como miembros de las fuerzas ingresaban a sus casas LCD, equipos musicales y computadoras de última generación.
Los hechos sucedidos fueron el detonante para que la sociedad tucumana le termine de perder el respeto a la institución policial, que este año tuvo a varios de sus miembros como protagonistas de numerosos delitos. De las medidas que tome en los próximos días el gobernador Alperovich dependerá que Tucumán recupere su paz social, de lo contrario el cambio del nuevo jefe de policía será solo un paliativo para una provincia en crisis, que tiene los minutos contados para volver a estallar.