Hoy, mañana o tal vez dentro de un mes, Enrique "Pepe" Albistur renunciará a la secretaría de Medios, que ocupa desde la asunción de Kirchner en 2003. Pero más allá de los negociados que pudiese haber hecho y del dinero que le sacó al Estado por distintos agujeros, lo que debería llevarse Albistur del gobierno nacional es una forma degradada de hacer política.
El uso de la publicidad oficial como soborno, las "solicitadas truchas" de apoyo al Gobierno y la creación de medios como la revista 7 días para ensuciar a los que "molestan" a los Kirchner, son prácticas que llevó adelante Albistur (y por lo cual ha cobrado algo más que un sueldo de funcionario), pero el "señor de los afiches" no es más que una herramienta que ahora se está oxidando. Si este Gobierno, que es el mismo que el anterior, se decide a jugar limpio, no hay necesidad de albistures o alberto efes.
¿Suena ingenuo? Puede ser, pero los mismos que parecen cumplir un rol destacadísimo en cierta etapa de una gestión, a poco de andar se vuelven una bolsa de piedras. Enchastran tanto que terminan todos enchastrados.
Con la ida de Albistur, también deberían irse los empresarios como Sergio Szpolski, que "ayuda" al Gobierno con sus revistas hechas al paladar de quién las financia con dineros públicos; debería terminar la política oficial de obsequiar concesiones interminables a grupos periodísticos a los cuales luego debe atacar por "traidores"; deberían terminarse los negociadores extorsivos, que mientras se sientan a una mesa a dialogar mandan por detrás a operar en la opinión pública; por sobre todo, es hora de que Albistur se lleve junto con sus papeles esa soberbia del poder que cree que la impunidad es infinita. Llegó la hora de Pepe. Y no es malo para los Kirchner. Es un magnífico llamado de atención, si es que deciden no ignorarlo.
* Editor general de Perfil.com.