POLITICA
"El General"

Las internas terminaron con el restaurante de Perón

Nació como un emprendimiento gastronómico y cultural y quebró por culpa del enfrentamiento de sus socios. Una metáfora perfecta del PJ.

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Cuando en el 2005 se abrieron las puertas de "El General", el restaurante peronista de la calle Belgrano 561, los “compañeros” vieron al alcance de la mano la utopía de crear lo que fuera el primer emprendimiento político, cultural y gastronómico dedicado a sostener la imagen viva de Juan Domingo Perón y el espíritu festivo del movimiento.
 
El sueño de Jorge y Darío Biondo, Héctor y María Victoria Laurido, Segundo Loza, Graciela Álvarez, Carlos Laterza, Javier Puértolas y Marta Acosta se materializó cuando alquilaron un local en el microcentro porteño para convertirlo en restó y así difundir, bife de chorizo de por medio, la doctrina del PJ en la Ciudad. Pero no duró mucho.

"La única verdad es la realidad". Hoy, el restaurante está quebrado igual que el peronismo. Los socios están enfrentados entre sí. Los empleados trabajan en negro. Hay denuncias por compra y venta clandestina de mercadería, deudas fiscales, falsificación de facturas, acusaciones y denuncias por robo de documentación y de la caja de seguridad repleta de dinero, toma del local por parte de los empleados, juicios penales, civiles y laborales.

El 9 de enero de 2006 fue una bisagra en la historia de este reducto peronista. Allí, en "El General", almorzaron Francisco De Narváez, Juanjo Alvarez, Jorge Sarghini y Eduardo Camaño, conformando un grupo que se constituyó como el cónclave opositor anti-K. Y ese fue el inicio del fin.

Para Jorge Biondo, duhaldista declarado y socio fundador, ese día el restaurante "quedó posicionado como espacio de encuentro de la oposición". Y esto, según él, "incomodó al resto de los socios que son kirchneristas con puestos en el estado". Según contó Biondo a Perfil.com, sus socios hasta "llamaron a De Narváez para que no venga más porque afectaba la imagen del lugar".

“Eso es mentira. Al restaurante podía ir cualquiera. Acá el problema fue de mala administración, y la culpa la tiene Biondo”, se despacha Javier Puértolas contra su socio y lo acusa de “hacer política con la plata del restaurante”. “Para que te des una idea –cuenta– venía De Narváez y tomaba champaña gratis. Y así no funciona ningún negocio”.

Héctor Laurido, otro socio enfrentado, aseguró que “el problema de Biondo” –el único de los socios que no tiene otra actividad laboral por fuera del restaurante– fue que, seducido por el poder de los políticos, desatendió los tecnicismos gastronómicos necesarios para que la cosa funcione. Para él, ocurrió “una suerte de clientelismo de alguien que no tiene trabajo y sucumbe a la tentación de la cercanía de los poderosos”.

“Compañeros”. Las acusaciones entre los “compañeros” de "El General" son tantas y tan burdas que hasta ellos mismos las tildan de “increíbles”. “Yo estaba sentado en una mesa cerca de la puerta de salida y veo que el contador, Alejandro Rubén Vetran, sale corriendo con el libro de actas bajo el brazo para fugarse con las pruebas del delito. ¡Imaginate!, se estaba fugando en mi propia cara!”, se exaspera Biondo, mientras revolea en el aire una pila de denuncias que él mismo hizo contra sus socios.

Mucho más increíble es que alguien se haya robado el “libro de oro” con las firmas de los “ilustres comensales” que alguna vez estuvieron en el restó de la polémica, como Eduardo y Carlos Menem, Chiche Duhalde, Felipe Solá, Alberto Fernández, Enrique “Pepe” Albistur, Ramón Puerta, Adolfo y Alberto Rodríguez Saa. Todos ellos degustaron alguna vez el bife de chorizo de $44 en honor al General y firmaron orgullosos el libro del recuerdo. “Las firmas tenían un valor enorme”, se lamenta Biondo, el único de los accionistas que pretende seguir adelante con el proyecto.

Carlos Laterza, gerente del restaurante en los papeles pero, según él, “desvinculado de hecho”, responsabiliza a Biondo de las deudas actuales del local –hace cinco meses que no se paga el alquiler–: "Si él hoy está a cargo del restaurante, es él el que tiene que hacerse responsable de los pagos. Si no paga con las ganancias que está teniendo, ¿dónde va la plata?", se pregunta.

Héctor Laurido -que trabaja en el Ministerio de Justicia pero asegura ser sólo un empleado “de línea” sin ningún cargo político- trató de minimizar el conflicto ante Perfil.com. Para él, se trata de “un puterío de barrio, cosas menores”.

La utopía del restaurante "El General", tras una efímera felicidad gastronómica y dividido por los bombos enfrentados de las internas, es hoy una metáfora perfecta del peronismo.

(*) redactora de Perfil.com