Funcionarios que se van. Ninguno por decisión propia. En apenas un mes y medio, el gobierno de Mauricio Macri expulsó de su gabinete a una serie de funcionarios bajo dos modalidades: problemas de gestión o falta de juego “en equipo”, como le gusta decir al jefe de Gabinete, Marcos Peña.
En el primer caso se trata de aquellos que mostraron serias dificultades: subejecución presupuestaria e inconvenientes en la provisión de insumos o en la logística de sus ministerios, un problema cuantitativo. En el segundo caso es una cuestión cualitativa: se los acusó, en el primer piso de Balcarce 50, donde trabaja la tríada “espiritual” del presidente (Peña y los coordinadores Mario Quintana y Gustavo Lopetegui) de no alinearse con el resto del gabinete. Los casos:
Isela Costantini. La ex titular de Aerolíneas Argentinas fue una de las salidas más estruendosas. Era acusada de “no jugar en equipo”, pero también la culpaban por su acercamiento a los gremios aeronáuticos. Lopetegui, quien tiene a su cargo el Ministerio de Transporte, la detestaba: sus años como CEO de LAN lo enfrentaban al manejo de Isela y, aunque prácticamente no se cruzaban, trabajó para desgastarla bajo la idea de que se necesitaba otra política aerocomercial.
Alfonso Prat-Gay. Fue la renuncia más rutilante del gabinete. Desde comienzos de 2016 siempre mantuvo una relación tirante con Peña, quien lo acusaba en las sombras de no atender los consejos en comunicaciones que él ordenaba. También se peleó reiteradamente con Rogelio Frigerio (Interior) por las trapisondas de su secretario de Hacienda, Gustavo Marconato, quien solía “pisar” los fondos para los gobernadores e intendentes que Frigerio acordaba. Prat- Gay tampoco comulgaba con Lopetegui: la estrategia para bajar el déficit fiscal era disímil. Quintana intentaba mediar sin éxito en las trifulcas dialécticas. Por eso, el ahora ex ministro de Hacienda enviaba a su viceministro, Pedro Lacoste, a las reuniones donde no estaba Macri.
Néstor Pérez Baliño. Ex viceministro de Salud, fue señalado por sus dificultades en la gestión, que concentraba el 70% de los recursos administrativos del área. Problemas de logística y distribución de insumos (desde medicamentos contra la tuberculosis y el HIV, hasta prótesis). Lopetegui y el radical Ernesto Sanz se dividieron la administración para generar “mayor eficiencia” y la “caja” quedó en manos de la mujer del ministro Jorge Triaca (Trabajo), María Cecilia Loccisano.
Daniel Chaín. Conquistó, como nadie, ambas cualidades: era apuntado por su personalidad y, a la vez, por sus problemas de gestión. Hombre que conoce al presidente desde sus años en Socma, a mitad de año sus niveles de ejecución no superaban el 35% y estaba peleado con gran parte del Ministerio del Interior y la Jefatura de Gabinete. En algunos casos, los enervaba. También a sus pares de la provincia de Buenos Aires.
Carlos Melconian. El ahora ex presidente del Banco Nación fue la última baja relevante. Su fuerte personalidad y sus críticas solapadas al rumbo económico, desde la asunción, lo colocaron lejos del gabinete económico. A pesar de que, en varias oportunidades, deslizaba que podría quedarse con Hacienda. Se manejó con autonomía pero sus críticas al gradualismo lo llevaron a que le exijan la renuncia.
Gladys González. La ex diputada e interventora del gremio de marítimos llegó a Acumar, el organismo dedicado a sanear el Riachuelo, como prenda de cambio a
Medio Ambiente en medio de una crisis. Su antecesor, Julio Torti, y su mano derecha, Gabriela Seijoo, se cansaron de discutir con el ministro Sergio Bergman. La bajísima ejecución de las obras, que fue observada ferozmente por la Corte, la catapultó al nuevo cargo con el plan de sanear la cuenca contaminada y también el área.