Las tensiones con el kirchnerismo serán inevitables si Daniel Scioli finalmente es consagrado como sucesor de Cristina Kirchner. ¿Mantendrá el esquema de subsidios que explican gran parte del déficit fiscal, como lo hizo el kirchnerismo durante los últimos años, o seguirá los consejos de su principal asesor económico, Miguel Bein? ¿Dejará el poder de los servicios de Inteligencia en manos del general César Milani, como incentivó Carlos Zannini, o buscará entregar el poder a un personaje de su confianza? ¿Modificará la Ley de Medios, como creía el accionista del Grupo Clarín Lucio Pagliaro, con quien mantiene una excelente relación, o seguirá adelante con los deseos del kirchnerismo de obligarlos a desprenderse de empresas? ¿Estrechará relaciones con los Estados Unidos, como siempre anheló, o preferirá mantener la retórica que imprimió Cristina Kirchner a la política exterior?
Ninguna de las preguntas implican una preocupación para Scioli, quien navega entre estas turbulencias desde que aceptó la oferta de Néstor Kirchner para acompañarlo en su proyecto presidencial. Pero terminarán por quedar en evidencia si finalmente se transforma en presidente, el objetivo por el cual trabaja día y noche.
La decisión de Cristina Kirchner se venía madurando. En la marea de declaraciones previas al anuncio, las palabras del camporista Eduardo “el Cuervo” Larroque en defensa de Scioli sirvieron como anticipo encriptado. Larroque es el menos sciolista de La Cámpora. Sin embargo, fue elegido para defender públicamente al gobernador cuando Eduardo Jozami, de Carta Abierta, especuló con la posibilidad de que renunciara y le devolviera el poder al kirchnerismo. Aquella defensa fue un anticipo de que los vientos habían cambiado. Pocos lo leyeron con claridad y quedaron fuera de lugar, desde los comentaristas de 6,7,8 hasta los intelectuales de Carta Abierta. Luego hubo que practicar piruetas en el aire para, como diría Florencio Randazzo, borrar con el codo aquello que se había escrito con la mano. Las razones estaban claras: apostar por el esquema que garantizaba mayor caudal de votos y posibilidades de mantenerse en el poder. Pragmatismo puro.