—¿La intervención judicial del Correo apunta a Macri?
—Hay una persecución a su familia y a los hijos. El presidente hace diez años que no tiene nada que ver con la empresa del Correo. Es un tema que nunca se resolvió correctamente: siquiera hubo una expropiación de parte del Congreso. Nunca fue debidamente explicado. Debería haber un acuerdo, de hecho hubo propuestas. Lo que vemos es un hecho complejo: una decisión de la jueza que decreta la intervención a pedido de la Procuración del Tesoro. Lo que el kirchnerismo llama “lawfare” se está produciendo ahora. Están intentando ampliar la quiebra para perjudicar. Zannini se presentó para pedir la intervención y la jueza comercial Marta Cirulli de manera discrecional ha decidido hacerlo. Esto es apelable. Los hijos de Macri no han cometido un vaciamiento.
—¿Macri está preocupado?
—Está sereno y, lógicamente, preocupado, no tanto por él, sino por lo que puede resultar en perjuicio de su familia. Es una muestra de lo que puede pasar con visiones de venganza. Juntos por el Cambio debería tener una visión con respecto a este tema. Lo mismo que la intervención en el Poder Judicial en Jujuy: es la primera puerta a una intervención de la provincia. Es una decisión del kirchnerismo en el Parlamento que tiene mayorías. Esto tiene grandes posibilidades de avanzar. Además, Milagro Sala es un tema simbólico para el kirchnerismo.
—¿Qué opina de la reforma judicial y las jubilaciones de privilegio?
—La propuesta no cayó bien en el sistema judicial y no resuelve los problemas de la Justicia. Hay otra idea, que expresa Zaffaroni, que es la ampliación de la Corte. Ahora, la lealtad de los jueces no dura para siempre. Los jueces no son privilegiados. Se podría haber trabajado en algo más serio: aumentar la edad jubilatoria de 60 a 70, aumentar el aporte. Lo que encierra esa ley que habla de privilegios, que es un buen relato, es que se jubilen 200 jueces y fiscales.
—¿El Gobierno abrió un conflicto con la Iglesia por el aborto?
—Lo había dicho el Presidente en campaña. Yo no lo hubiera puesto en el debate, hay problemas de mayor gravedad. Ahora, la Iglesia lo tiene merecido: jugaron con el Frente de Todos. La Conferencia Episcopal, los curitas villeros, algunos obispos hicieron actos, hablaron del hambre con un discurso miserable. El hambre fue una construcción política para derrotar a Macri. Una cosa es la pobreza del 32% y otra cosa es el hambre famélico como si la Argentina fuera un país africano. Una derrota moral con estos curas que no entienden nada. Tienen que dejar de hacer política porque le están haciendo un daño al país: el pobrismo, los planes sociales, que estén contentos porque las embarazadas van a poder tener otro subsidio para tener hijos más pobres.
—¿Sigue en contra de las prisiones preventivas, tras la salida de Julio De Vido?
—La prisión preventiva fue grosera, alevosa y exorbitante por parte de la Justicia federal. Además engañó: en el fondo los jueces buscaban cubrirse frente a la demanda de justicia y entonces detenían de manera preventiva. Siempre estuve en contra solo y me decían de todo, las redes me mataban. Yo no defendía a Cristina Fernández con la negativa al desafuero: no creía en las preventivas. Siempre vi mal la detención y preventiva de De Vido. En Diputados el bloque de La Cámpora debería haber bajado al recinto y haberlo defendido. No había que detenerlo anticipadamente. Los derechos son para todos. Lo que se usa contra uno después se usa contra otros.
—¿Cómo tomó que lo echen del PJ de Río Negro?
—Lo tomo con naturalidad y humor: no es lo mismo que tu mujer te eche que vos te vayas. Me echaron de un lugar del cual me había ido. Hoy el PJ es el kirchnerismo, yo me fui de ese espacio.
—¿Se enojó porque la UCR nombró a Jesús Rodríguez como titular de la Auditoría General?
—No, no me enojo, fue una decisión de la UCR. Habría que haberlo definido en el marco de unidad de los partidos. Es un tema decidido. Macri quiere que vaya de auditor y lo estoy pensando.
—¿Faltó una autocrítica de Juntos por el Cambio por la derrota electoral?
—Tal vez habría que hacer una autocrítica. El epicentro de la provincia de Buenos Aires, la relación con los gerentes de la pobreza, la plata que iba a los enemigos y haber subestimado la primaria, que se podría haber dejado sin efecto en diciembre de 2017 en lugar de la reforma previsional. Es todo contrafáctico. El escenario de la derrota está en la tercera sección electoral: ahí perdimos. La economía gravitó fuerte ahí. En ese núcleo poblacional el impacto de la devaluación fue muy fuerte. El gobierno puso mucha plata en políticas sociales. No se trabajó con los medios tradicionales, hubo un desprecio por ellos.
—¿Qué cambió en la calle con respecto a su figura?
—Me tratan muy bien: todo el mundo me saluda. Después de la 125 me puteaban. En todos los barrios de Capital me reconocen. La gente me reconoce una sinceridad, a veces brutal, en lo que expreso y una visión de lo políticamente correcto distinta, hablar de los temas sin miedo, siempre y cuando uno no ofenda.