Desde la madrugada del lunes 3 de septiembre, después del bochornoso escrutinio cordobés, los argentinos nos enfrentamos a un fantasma que parecía desterrado: la posibilidad de fraude.
Desde la oposición alertamos en muchas oportunidades que el tema nos preocupa y personalmente volví a reiterar la propuesta que hace varios meses les hice a los otros candidatos a presidente: cuidemos los votos juntos, fiscalicemos coordinadamente y hagamos un esfuerzo para que no haya trampa.
El oficialismo también habló y dijo que era un disparate pensar que el 28 de octubre pueda haber fraude y tienen razón; no hace falta esperar tanto, el fraude ya comenzó, está en marcha.Buceando en el inagotable archivo de desaciertos K durante los últimos cuatro años, podemos encontrar muestras acabadas de un fraude que se viene gestando desde el inicio de esta gestión.
Pero si miramos con cuidado el último viaje de la candidata oficial a los Estados Unidos podemos observar la forma y el modo de operar, en síntesis el modus operandi.
La Argentina tiene uno de los aviones presidenciales mejor equipados de la región, por eso, gastarse cerca de trescientos mil dólares en alquilar otro que pueda trasladar a la inmensa comitiva, más un monto similar en gastos extras en un viaje cuyo único objetivo fue pasear a la candidata por los pasillos del poder y la influencia a costa de nuestros bolsillos es, en si mismo, un mal comienzo. Para los que pagamos religiosamente nuestros impuestos es un fraude ver cómo se usa nuestro dinero en hacer campaña por el exterior, confundiendo el dinero público con el más obvio proselitismo.
La misma confusión invadió al cónsul argentino en Nueva York quien, para justificar la prohibición a la prensa de entrar a la reunión con un grupo de científicos, afirmó muy suelto de cuerpo que los periodistas podían recoger lo que la agencia Télam y el Canal 7 difundieran. Pensar a los medios públicos como oficinas de prensa de la campaña de la Primera Dama es casi tan peligroso como la prohibición en sí misma.
Otra vez el fraude que nos hacen a los argentinos al cerrarnos los canales de acceso a la información y manejarse con puestas en escena grandilocuentes.El trabajo de la prensa independiente es uno de los pilares de la sociedad libre y este gobierno se ha encargado de entorpecerlo desde su inicio.
La gira por los Estados Unidos demostró que la campaña de Cristina Kirchner es un fraude en sí misma: no conocemos su programa de Gobierno, no sabemos qué piensa en la mayoría de los temas, ni si está preparada para gobernar lejos de De Vido y de Moyano, desconocemos sus equipos y sus propuestas. En esa misma línea, prometer renovación y luego abrazarse a los más rancio de la vieja política es el mayor fraude que nos podían hacer a todos los argentinos.Esa misma vieja política es la que utiliza "aparatos" y "dádivas" para "acumular votos", utilizando lo mejor de las viejas practicas para cambiar votos o manipular voluntades.
El fraude no es sólo "volcar urnas" al viejo estilo conservador; consta en muchas otras cosas que suenan mucho más sofisticadas y modernas pero que involucran el uso y abuso de los dineros públicos para favorecer a determinados candidatos. Ya estamos presenciando este proceso.