Desde que murió el ex presidente Néstor Kirchner y con el renacer de la militancia, la agrupación de jóvenes K que impulsó Máximo Kirchner ha estado más expuesta y también sus debilidades han quedado a la vista, según informa esta semana la Revista Noticias.
Sin embargo, los desafíos de La Cámpora anteceden a la muerte de Kirchner y tienen que ver con la distribución de los espacios de poder al interior del grupo y con el acceso a cargos en el Gobierno.
En la estructura de poder de la agrupación están Andrés "El Cuervo" Larroque, actual subsecretario para la Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia; el legislador porteño, Juan Cabandié; el presidente de Foncap, José Ottavis; el presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, e Iván Heyn, director de la Corporación Antiguo Puerto Madero.
Larroque se quedó formalmente al frente de La Cámpora cuando Máximo se fue al sur a controlar los negocios familiares. Algunos lo celan por su rol de líder.
Con Cabandié también hay diferencias. Muchos militantes lo consideran un recién llegado y le critican por lo bajo su escasa trayectoria. Desde que se metió en política hace cuatro años tuvo un ascenso veloz: se ganó la confianza del ex presidente, se convirtió en legislador porteño y se hizo amigo de Máximo Kirchner.
Desde que se instaló en Olivos, tras la muerte de su padre, Máximo volvió a tener manejo de la juventud K. Da órdenes y está al tanto de todos los movimientos.
Antes de morir, el ex presidente juntó a los referentes de La Cámpora y cien militantes para comer un asado en la Quinta de Olivos, relata Noticias. La juventud K llegó con varias exigencias y le pidieron "más espacios en el Gobierno". Kirchner los paró en seco. "Ustedes quieren lugares en el Gabinete, pero no me traen ni un título secundario", les dijo. En esa misma reunión también les pidió que terminaran con las internas y se dedicaran a construir juntos.