A tres meses del primer diciembre entero con el peronismo fuera del poder, los supermercadistas esperan algún llamado del gobierno nacional o bonaerense para tejer, como venían haciendo con la gestión anterior, los operativos preventivos de fin de año ante posibles manifestaciones o pedidos de comida frente a sus sucursales.
Hasta ahora, los teléfonos no sonaron, y hay preocupación creciente porque, según advierten en las cadenas, “se desarmó la mesa de control que había en la Provincia”, dice Juan Carlos Vasco Martínez, vocero de la Asociación de Supermercados Unidos (ASU), que nuclea a las principales marcas del país. Se trataba de un sistema atado-con-alambre, pero sistema al fin, que se había estructurado bajo el mando de Sergio Berni como secretario de Seguridad de Cristina Kirchner y Alejandro Granados bajo la órbita de Daniel Scioli.
El funcionario bonaerense solía monitorear la situación junto a referentes de ASU en su hotel Holiday Inn de Ciudad Evita, al borde de la autopista Ricchieri. Allí, poco después de su desembarco en septiembre de 2013, recibió de parte de la cámara sectorial un mapa digitalizado con todos los supermercados en el territorio bonaernese.
Además, Granados en aquél momento había traído fuerzas de seguridad del interior de la Provincia para armar “comandos de respuesta rápida”. Pero como los vehículos policiales no levantaban más de 60 kilómetros por hora, los propios supermercadistas habían alquilado 19 combis para tal fin. Todo para evitar posibles chispas de reclamos sociales que derivaran en los tristes episodios de saqueos que tras la crisis de 2001 vuelven cada fin de año más como fantasma que como realidad. Ahora esperan algún llamado de la cartera que ahora conduce Christian Ritondo, con la gobernadora María Eugenia Vidal.
Sobre todo este año que no es cualquier año. La caída del poder adquisitivo ronda el 10%, y en lo que va del año bajó la venta de fideos secos o hasta leche fluida, la versión más barata del mercado. En Merlo, el intendente kirchnerista Gustavo Menéndez tiene separados $ 30 millones para ayuda alimentaria para fin de año. Un dato del primer semestre lo tiene atento: aumentó la demanda espontánea de comida en la puerta de sus oficinas.
Por eso la inquietud de los ejecutivos como Vasco Martínez quienes, al igual que en otros años, aunque con más motivos económicos en el 2016 de la devaluación y el 40% de inflación, esperan un contacto oficial para dormir tranquilos. Aunque más no sea, en otro hotel del Conurbano.