Mientras a Fernando Lugo le siguen naciendo hijos en Paraguay, la comparación entre el affair de Bill Clinton con Mónica Lewinsky puede servir para aclarar algunas dudas. Sobre todo, en aquellos que todavía siguen intentando justificar el accionar del ex obispo escudados en el límite entre la vida “pública” y “privada”, sin advertir que hay ocasiones en las que estas instancias no se tocan y otras en las que van de la mano.
La política de los Estados Unidos entró en un terreno fangoso a fines de los 90 cuando los republicanos arremetieron contra Bill Clinton por su paso en falso con aquella mítica estudiante risueña. El presidente siempre negó lo que luego se comprobó: que había tenido una “relación amorosa” con su pasante. Y los sectores más conservadores provocaron el impeachment .
Era difícil entender ese debate, porque casi todos los norteamericanos coincidían en que la vida sexual de un presidente no podía ser juzgada, salvo que estuviera poniendo en juego la seguridad del país. Pero Clinton estaba logrando un crecimiento sostenido de la economía y el Partido Republicano uso el “Monigate” para cambiar el eje de la discusión. La posterior aparición de George Bush y sus caballeros de las buenas costumbres fueron el mejor ejemplo de lo que estaba por venir.
Ahora que las denuncias de paternidad presidencial empiezan a multiplicarse en Paraguay, muchos dinosaurios del Partido Colorado se están preguntando si podrán emular a sus colegas republicanos. Es que la oposición paraguaya también busca impulsar un juicio político que le permita recuperar el poder luego de haberlo tenido por seis décadas que dejaron a un país sumamente corrupto y sumergido en la pobreza.
En el caso de Clinton-Lewinsky no quedó muy en claro quién usó a quién. El ex presidente sedujo a la joven usando su envestidura, pero también se supo que la mujer guardó durante varios años el vestido que utilizó esa tarde de pasión, sin limpiar los rastros que dejó el amor para tener pruebas que la avalen. Cuando todo salió a la luz, la prensa norteamericana no dudó en calificar a ambos de “fríos” y “calculadores”.
A Lugo, en cambio, le presentan pruebas que caminan. Son mujeres que conocieron al ex obispo siendo muy jóvenes y que lo veían casi como a un enviado de Dios en la Tierra. Sólo la contención de un religioso podía sanar tantas falencias emocionales y materiales que se amontonaban en la vida de una humilde adolescente paraguaya. Pero el actual presidente abusó de su poder y ahora hasta puede ser acusado de estupro. Mientras que las mujeres siguieron su vida, solas y con un hijo más a cuesta.
Lo más doloroso es que Lugo prometió ética para recuperar al Estado paraguayo. Es esa misma decencia la que ahora está en juego. Y es ahí donde sus actos privados pueden, y deben, convertirse en públicos.
(*) Editorde Internacionales de DIARIO PERFIL.