Norberto Oyarbide bebía champagne en el exclusivo spa Colmegna, en pleno centro porteño. Ocupaba una de las remozadas mesas del restó-bar y, desnudo, sólo tapaba su cintura con una toalla blanca. Ya habían pasado algunas horas del mediodía del lunes 25 de enero. El juez es, desde hace años, un cliente vip del lugar: varios días por semana, utiliza el sauna y las instalaciones del spa y le practican lo que él llama una "recomposición cerebral" a través de diversos masajes, que incluye un rato de siesta.
Pero ese día iba a tener un encuentro inesperado. Mientras apuraba el espumante, se acercó Mauricio Macri. Dicen los testigos que presenciaron la escena que el jefe de Gobierno porteño lucía el mismo despojado vestuario: toalla atada a la cintura. Hacía rato que no pisaba el lugar que antes frecuentaba. Afuera esperaba el auto oficial y una mujer policía vigilaba los movimientos en la puerta, en Sarmiento al 800.
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