La hipótesis que apunta a la supuesta responsabilidad de la Gendarmería en la desaparición de Santiago Maldonado sigue siendo la pista más firme para la Justicia, mientras la Policía Federal y la Prefectura avanzan con el rastrillaje en la zona del río Chubut. El accionar de la Gendarmería, la resistencia durante un allanamiento y el reparto de culpas entre miembros de la fuerza la ubican como principal sospechosa, hasta el momento.
En este caso, las imágenes no dicen más que mil palabras. Son las ausencias de imágenes las que hablan en el expediente. Una de las principales sospechas contra Gendarmería se debe a la parcialidad de los registros en video y fotos del operativo de desalojo del 1º de agosto, en el que habría desaparecido Maldonado. Las fuerzas de seguridad registran operativos con cámaras y celulares para proteger a sus propios agentes. De esta manera, buscan cubrirse legalmente ante denuncias de abuso de autoridad o irregularidad en los procedimientos. Si queda registrado, todo está en regla.
Sin embargo, los investigadores vienen observando fallas y ausencias en estos registros del desalojo del 1º de agosto. Faltan las fotos e imágenes de un momento clave: cuando los gendarmes ingresan al terreno ocupado por los mapuches, entre la ruta y el río, confiaron fuentes de la causa a PERFIL.
Además, en una de las tomas ampliadas de uno de los momentos del operativo en la ruta 40 detectaron una camarógrafa de Gendarmería (con un chaleco que la identificaba como miembro de esa fuerza), de cuyas imágenes no hay noticias en el expediente. La duda es si esas imágenes aún existen o fueron destruidas, y por qué no fueron entregadas por la fuerza a la Justicia.
También se habló esta semana de la supuesta adulteración de los libros de Gendarmería. Los libros están en poder de la fiscalía desde que fueron secuestrados y la fiscal no pidió al juez medidas al respecto.
El juez federal de Esquel, Guido Otranto, aguarda los resultados de ADN de los cabellos y la sangre que se hallaron en uno de los vehículos de la fuerza. Sin embargo, se trata de muestras parciales que podrían no ser concluyentes.
Los investigadores detectaron que dos de los escuadrones de la Gendarmería que actuaron el 1º de agosto se lanzan piedras unos a otros sobre la responsabilidad del operativo. El grupo de Esquel apunta al de El Bolsón y viceversa.
En el escuadrón de Esquel tiene un rol clave el comandante principal Pablo Badie, uno de los más politizados de la zona, según reconstruyeron fuentes del caso. El 17 de agosto, cuando la Federal y miembros de la Justicia ingresaron a ese cuartel para secuestrar las computadoras del lugar, opusieron resistencia. Ese mismo 17 de agosto, en el escuadrón de Esquel estaban instalados el comandante mayor Diego Conrado Balari, junto a Badie, y dos abogados de Gendarmería. “Todos los dispositivos de control estaban sobre Esquel”, explicaron las fuentes. Quien faltaba esos días era Juan Pablo Escola, que había sido enviado a Buenos Aires. Escola es el segundo jefe de ese escuadrón y quien comandó inicialmente el operativo del 1º de agosto. “Hace cada vez más ruido la presencia de tanta jerarquía allí”, agregaron las fuentes.
Otra de las pistas que fortalece la hipótesis de que Maldonado desapareció el 1º de agosto son sus teléfonos. Tanto los dos aparatos argentinos como el chileno no pudieron ser hallados. La conclusión de los investigadores hasta ahora es que Maldonado usó hasta último momento dos de esos teléfonos. Luego, ambos aparatos desaparecieron junto al joven. Fueron destruidos o apagados y nunca más utilizados. El tercero está en El Bolsón pero no saben dónde exactamente. Pudieron localizarlo porque estuvo prendido hasta el 13 de agosto pero nadie lo utilizó para llamadas o mensajes. Creen que como se trata de un teléfono de tecnología vieja pudo mantenerse prendido tanto tiempo sin tener que recargarle la batería. La última vez que Maldonado lo usó fue el 21 de julio. Si bien, saben que el aparato está en El Bolsón, no se conoce el lugar exacto en donde se encuentra, según pudo reconstruir PERFIL.
Hasta el 31 de julio, Maldonado tuvo consigo el otro aparato argentino. El último llamado que recibió fue en las inmediaciones de El Bolsón, un día antes de su desaparición. Ese mismo 31, Maldonado accedió por última vez al chat de WhatsApp y a Facebook.
El tercer celular de Maldonado es un teléfono chileno. Todavía se espera la respuesta de las autoridades de Chile. El último dato sobre ese teléfono es que recibió una llamada el 2 de agosto. La información es parte del testimonio de un amigo chileno del tatuador.
Otros teléfonos pueden comprometer a Pablo Noceti, el jefe de Gabinete de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. La Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin) viene solicitando los cruces de llamados y la ubicación del teléfono del funcionario del gobierno nacional, presente el día del desalojo de la ruta 40, para determinar si hubo órdenes políticas durante el operativo. Pero Otranto no lo ordenó aún. Sin embargo, se podrá obtener esa información de manera parcial. Fuentes del caso sostienen que si Noceti se comunicó con los gendarmes antes, durante y después del operativo del 1º de agosto, esas llamadas estarán registradas en los teléfonos de los gendarmes, cuyos contenidos están siendo analizados.