“Estoy igual que siempre, pero más quemado”, desliza Sergio Massa entre risas y frente a una decena de amigos con los que desde hace 14 años comparte la temporada en Pinamar. Allí pasa las tardes en CR, el parador más selecto del balneario, donde entre sandwiches y choclos playeros juega con sus hijos y hasta se atreve al tejo.
A pesar del cansancio de un año “agotador”, al jefe de Gabinete –que asumió en medio de la peor crisis institucional del kirchnerismo, cuando la guerra con el campo terminó con Alberto Fernández– se lo ve risueño, tranquilo y distendido. Jodón.
En la playa lo saluda mucha gente. Es un hombre conocido en el lugar y para los advenedizos es el hombre que ven todo el tiempo en la tele al lado de la Presidenta, la misma que lo llamó hace meses para reemplazar a uno de los hombres más fuerte del poder. Y no se pudo negar.
Aprovecha las vacaciones para quemar la tensión de uno de los años más agitados de su vida con mucho deporte: tenis y fútbol con amigos a la mañana, largas caminatas por la playa a la tarde. Como tantos otros ministros, Massa pasará todos los fines de semana de enero lejos de la política, con su esposa y dos hijos. O por lo menos eso intenta, porque su celular no para de sonar con un “quilombo” atrás de otro.
El hombre que supo manejar la ANSES y ser electo diputado nacional a los 27 años, se define como un gran asador, “especialista en achuras”, precisa. “Le dedico muchas horas a la parrilla, porque me distraigo, pongo lo mejor de mí”, escuchan sus amigos, que no lo desmienten y disfrutan que por un momento no hable de política.
Quizá en el deporte se pueda tejer una metáfora con su vida política: Massa siempre va al arco, para mirar toda la cancha, para evitar el avance del oponente, para putear al que no juega bien. “Soy un buen arquero”, aclara, y dispara casi como una respuesta armada: “ La oposición tiene mucho ego, eso se cura con terapia, no con una elección”.
Piensa que uno de los hombres más fuertes para 2011 no es Cobos, el dueño del mayor apoyo popular, el que todos quieren. Hasta se ríe cuando escucha su nombre, como quien sabe el final del juego. Algunos años de política lo llevan a pensar que la popularidad de Cleto no alcanza para llevarlo a la Rosada: “ Si no, Maradona sería presidente”.
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