Mauricio Macri embocó la pelota en el hoyo y escuchó las felicitaciones. Tendría que haber estado contento: parado sobre el green de un campo de golf patagónico, el jefe de Gobierno porteño celebraba, el lunes 8, sus 51 años. Aceptó las palabras de aliento y sonrió poco. El viaje de placer escondía un mal momento personal: tras casi cuatro años de romance, la pareja con María Laura Malala Groba estaba terminada. Macri pasó su cumpleaños lejos de las obligaciones de la agenda porteña. Y también soltero.
La ruptura es definitiva porque se trata de una decisión muy meditada, aseguran en el entorno de Malala. Instruida en las escuelas más selectas de Buenos Aires, elegante y muy discreta, muchos la señalaban como la compañera ideal para un político en ascenso. En su círculo cercano, no había comentado que hubiese problemas en la pareja. Y sin embargo, en los últimos meses del año pasado, la crisis ya estaba instalada. A pesar de los desencuentros, recibieron juntos el Año Nuevo y brindaron con champagne a la medianoche. Habían decidido que el verano sería tiempo de tomar distancia y apostar a extrañarse para favorecer un reencuentro.
En los primeros días de enero, Groba partió a Uruguay, acompañada por su hermana María. Se quedó en la casa que el jefe de Gobierno porteño tiene en la zona de Manantiales, muy cerca de la casa de Franco, que funciona como punto de reunión para todo el clan. Visitó a su suegro y cumplió con los compromisos familiares en representación de Mauricio, que se quedó en Buenos Aires. A su regreso, la decisión estaba tomada.
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