POLITICA

Molina, de "sostén" de Alicia K. al "panquequeo" con el Papa

El sacerdote sonó para acompañar a la cuñada de la Presidenta en una candidatura que nunca llegó. De crítico a “hombre de Francisco”. Galería de fotos

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El cura Juan Carlos Molina, que renunció hoy a la Sedronar, ya era desde hace años uno de los religiosos más cercanos a la familia Kirchner. Sin embargo, su prueba de fuego en el oficialismo la pasó cuando incurrió en uno de los “panquequeos” de moda del kirchnerismo: pasar de vincular a Jorge Mario Bergoglio con la última Dictadura, a ir a saludarlo al Vaticano.

Molina, cuya renuncia fue aceptada hoy por la Presidenta, argumentó “motivos personales” para pedir su salida de un organismo envuelto en la polémica, según informó Aníbal Fernández.

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El sacerdote llegó a la Sedronar el 4 de diciembre de 2013, por expreso pedido de la mandataria. Más aún, había sido nombrado por el entonces jefe de Gabinete Jorge Capitanich, un funcionario particular: Molina entabló un vínculo personal con el gobernador cuando lo acompañó a un viaje a Haití con sus hijas, consignó el diario Clarín.

Sin embargo, la mayor afinidad con el miembro de la Diócesis de Río Gallegos lo tenía la ministra de Desarrollo Alicia Kirchner. La cuñada de la Presidenta se había apoyado fuertemente en Molina en octubre de 2010, cuando debió enfrentarse a la muerte de su hermano, el expresidente Néstor Kirchner.

En Santa Cruz, el cura tomó las riendas del Hogar Valdocco y lo convirtió en “Fundación Pibes de la Patagonia”, que lo hizo crecer hacia el norte. Según el sitio OPI Santa Cruz, acumuló distintas denuncias de corrupción en el medio. Dueño de un estilo juvenil, confrontativo y militante, muchos lo apodan “Padre coraje”.

Aunque se especuló en distintas oportunidades con una posible candidatura a vicegobernador de la provincia, los números nunca le sonrieron a Alicia, quién iba a liderar la fórmula. Quizás por eso, con el puesto vacante, le ofrecieron ser titular del organismo que regula la entrada y la salida de precursores químicos del país.

Por su experiencia pastoral, Molina intentó desarrollarlo públicamente como un área preventiva. Y, en poco tiempo, protagonizó una polémica cuando apoyó la despenalización. “Habilitaría el consumo de todo”, dijo, en septiembre del año pasado. Sus declaraciones hicieron tanto ruido que tuvo que salir a retractarse.

No era la primera vez que, por compromisos políticos, Molina debía “darse vuelta”. Ya lo había hecho, de un modo contundente, con su posición sobre Bergoglio al que, en sintonía con el oficialismo, había acusado de ser cómplice de la Dictadura. Claro que después viajó al Vaticano y tuvo un importante encuentro con el líder de la Iglesia Católica.