—¿Cómo está la medicina cubana en relación con el resto del mundo?
—En algunos países de Europa hay una medicina pública de excelencia, y en países como Chile, una medicina de primera línea. Ni hablar de países desarrollados. Cuando mi madre se enferma de gravedad en la Argentina, mi hijo me dice: “Tengo a la abuela en un hospital público”, y yo me caí muerta. Pensé: ¿en un hospital público?, con la propaganda que hace el gobierno cubano, que ellos son los únicos que dan medicina… Y mi hijo me dijo: “Mamá, es de excelencia, si vieras la calificación de todo el personal, la higiene”. Ahí me quedé tranquila porque mi hijo es médico y es muy exigente, y no sabían que era la famosa señora Morejón, una infeliz viejita que hicieron famosa porque no la dejaron ir a ver a su familia. Cuando llegué, la limpieza, el equipamiento era adecuado; así como la calidad de los enfermeros, los médicos, el personal auxiliar. Pero también la excelencia en el amor que le brindan a los enfermos, como le decía ayer mi hijo a la Presidenta: “Yo veía anoche a aquellos profesionales dar la vida por salvar a esos viejitos, igual que a mi abuela, que nunca preguntaron quiénes eran ni de dónde venían”. Aprovecho que estoy hablando con usted para felicitar a esa institución y a los que tengan que ver con que eso esté sucediendo. Se llama Hospital Tornú.
—En su carta a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas denuncia que las autoridades de su país le niegan su permiso de viaje al exterior porque “su cerebro es patrimonio del país”. ¿Ese argumento es común a todos los cerebros destacados en Cuba?
—Cuando me viene la posibilidad de venir a la Argentina a ver nacer a mi primer nieto, que va a cumplir 14 años el domingo 28, le escribí primero al gobierno, pero no me citaron para responderme cuando mi nieto daba sus primeros pasos. Un oficial de inmigración fue el que me dijo eso. Le dije: “¿De qué está hablando? Dios crea al ser humano, único e irrepetible, cada cual es dueño de su cerebro, pero además, yo no voy a volver a trabajar para ustedes porque no estoy de acuerdo con la política que ustedes siguen, entonces, ¿para qué quieren un cerebro cautivo aquí?”. “Es una orden”, me dijo. El hombre no podía decir otra cosa porque me di cuenta de que estaba repitiendo lo que le habían dicho que dijera.
—¿Se podría decir que al ser Cuba poco productiva en muchos aspectos se especializó en acrecentar el capital humano, y que su “materia prima” es la gente?
—El señor Fidel Castro, que, dicho sea de paso, es muy inteligente, posiblemente se dio cuenta de la riqueza de la población cubana, de su riqueza sentimental, su inteligencia. No sé si lo hicieron planificadamente, pero es así. Hay muy buenos profesionales en distintas esferas en el país, como hay graduados en la universidad que no saben ni escribir porque depende del momento, de la masividad con la que se han graduado.
—Leí declaraciones suyas donde decía que era “consciente de nuestras lógicas limitaciones y de la muy reducida experiencia histórica cubana en las neurociencias experimentales”. ¿Por qué iban los extranjeros a tratarse a Cuba?
—Por la propaganda demencial. Por la cantidad de voceros que tiene el gobierno cubano donde quiera.
—Al centro médico que usted fundó, ¿qué lo hacía diferente y por qué los extranjeros iban a atenderse allí?
—También iban a otros. Yo propuse crear ese centro pensando en los cubanos. ¿Qué tenía? Nada que se haya inventado en Cuba. La restauración neurológica es una rama de la neurociencia que surge en el mundo desarrollado para tratar enfermedades incurables del sistema nervioso y darles calidad de vida a los enfermos mediante tratamientos que van desde medicamentos hasta operaciones de mínimo acceso. Hay aspectos que se estaban desarrollando en Japón, otros en Estados Unidos, otros en Canadá y otros en España. ¿Qué hice yo? Estudiando, me doy cuenta de todo esto que está surgiendo y, sin ser nadie, por mi cuenta, les escribí a los científicos que me empezaron a responder y me permitieron armar una bibliografía. Lo que se podía hacer con todo eso era tremendo. Yo era subdirectora del Instituto Neurológico en ese momento; hablé con el director y le dije que iba a hacer un proyecto. Lo hice y lo presenté en el Ministerio. Sin recursos comenzamos en el instituto a desarrollar algunos aspectos junto al director, que era el mejor neurólogo del país. Como los resultados fueron buenos, la prensa comenzó a publicar nuestras investigaciones. Y en ese momento es cuando el señor Fidel Castro se entera de que yo existo. Un día me mandó a buscar para que le contara de qué se trataba todo esto. Y bueno, a partir de ahí el proyecto se aprobó y se hizo el centro. Pero se hizo con el concurso de todos estos científicos que ya eran mis amigos y que viajaron a Cuba gratuitamente para dar su asesoría. Además hicieron donativos de instrumentos y, lo que es más importante, dieron becas para formar en distintas áreas a los jóvenes que iban a trabajar en esto.
—En un reportaje médico reflexionó sobre el hecho de que el pueblo cubano carece de derechos a establecer demandas, incluso hasta contra instituciones médicas. ¿Pudo esta situación permitir el desarrollo de técnicas experimentales con menor costo?
—Hasta donde yo sé, en la medicina cubana no se han realizado experimentos. Incluso existen instituciones que validan las prácticas, y se han realizado en protocolos con las normas internacionales.
—Hay varias denuncias sobre clínicas abortivas en Cuba hechas por la ONG Life Dymanics, que cita “The National Institutes for Health”, y el Laboratory for Embryology, en la University of Washington, en Seattle. Se dice que Cuba no sólo vendía fetos para estudios médicos, sino que los mantenía con vida vegetativa como una práctica habitual. ¿La existencia de ese tipo de experimentos que colisionaban con su fe católica también la empujó a romper con su gobierno?
—Entre las ramas de la restauración neurológica surge en Suecia lo que se llama el autotransplante para restaurar, por ejemplo, la enfermedad de Parkinson. O sea que se sacaba el tejido de la médula por la dopamina. Pero los suecos hacen experimentos con animales hasta llegar a los humanos. Y después lo hacen los norteamericanos y los ingleses. Existía un protocolo internacional ideado por los suecos y todos los años, los adscriptos a ese programa nos reuníamos para ver qué estaba sucediendo. Y lo hacíamos dentro de la mayor legalidad médica. Se lo digo yo que participé de estos estudios en mi centro. En el mundo se fueron haciendo pocos casos escogidos. Y eran abortos en países en los que es legal, como en Cuba. En Cuba, más que legal, yo diría que es masivo porque hay muchos embarazos no deseados. Pero se hace en instituciones. Y tampoco es cierto que en Cuba se obliga a las mujeres a hacer abortos ni que se les paga. Van solas a los hospitales ginecológicos, que no son clínicas abortivas, sino hospitales para los partos. Entonces, ese tejido, procedente de un aborto legal, que iba a tener un camino desconocido, era utilizado, en estos países que les menciono, para nuestros estudios. Obviamente, las personas que han querido criticar al gobierno cubano no se han preocupado por saber si los suecos o los norteamericanos siguen haciendo esto o no. Yo procedo de una familia católica, pero me separé de la religión durante muchos años. Y esto le dio un gran sufrimiento a mi madre. Yo tengo un artículo en mi blog que se titula “Retorno a Dios de la mano de un ángel”. Lo escribí llorando porque fue conmovedor lo que mi madre hizo conmigo para que recuperase la fe. En el fondo, creo que nunca la perdí. Mi mamá me acompañaba a misa y un día me dice: “Mi hijita, ¿usted sabe lo que es el Movimiento Pro-vida”. “No mamá”, le contesto. Y ahí ella empieza a hablar y me pone la radio católica mundial que se transmite desde Estados Unidos. Y yo oí. Ella, dulcemente, me estaba evangelizando.
—Ella estaba en contra del uso de fetos.
—Sabía que ahí todo se hacía bien, pero quería otra cosa. Y yo estaba preocupada porque los pacientes mejoraban, pero había problemas por tratarse de tejidos ajenos. Vi que en Japón se hacía la neurocirugía funcional con mapeo y registro intracerebral y por control computarizado. Y los resultados de estas técnicas que no llevaban los trasplantes de tejidos eran mejores, sin todos los problemas que le preocupaban a mi mamá y sin el problema de la inmunosupresión desde el punto de vista médico. Entonces exploré, logré becas y se introdujo la técnica en Cuba.
—Para abandonar esta otra.
—Para complacer a mi mamá. Y para los pacientes significaba ciertos beneficios porque los medicamentos no llevaban inmunosupresores. Una vez me entrevistaron desde Miami y me preguntaron si me constaba que en Cuba obligaban a las mujeres a hacerse abortos. Yo les dije que a mí no me constaba, y la periodista me dijo que yo no se lo decía porque tenía miedo. ¿Qué miedo voy a tener yo?
—¿Es correcto decir que para esas técnicas a los fetos se los mantenía con el corazón latiendo?
—No es cierto ni en Cuba ni en otros países. Quiero que quede claro que todos estos científicos son personas muy buenas y hasta donde yo sé en Cuba nunca se ha negociado con fetos ni se ha obligado a mujeres a realizarse abortos.
—A principio del siglo pasado, la mayoría de la gente moría a los 45 años de infecciones o traumatismos, y sólo el 20% de las enfermedades eran crónicas. En la medida en que la medicina y las condiciones de vida permitieron que las personas vivieran 70 años, hoy el 80% de las enfermedades son crónicas y sólo el 20% agudas. ¿La ventaja de la medicina cubana es absorber a los pacientes que dejaron de ser agudos para pasar a ser crónicos?
—Es verdad, pero en Cuba también se tratan las enfermedades agudas. Además, la Organización Mundial de la Salud tiene muchos programas que están a disposición de todos los países. El gobierno cubano fue muy inteligente, los utilizó y, rápidamente, fueron eliminándose estos problemas.
—¿La medicina de los países desarrollados está más focalizada en tratar a los pacientes agudos, que se curan o se mueren, mientras que la cubana se vale de la dedicación y la paciencia de su recurso humano para tratar enfermedades crónicas, donde la atención personalizada es fundamental? ¿El factor humano es tan importante como el científico?
—Una de las ramas terapéuticas de la restauración neurológica es la rehabilitación. Están los fármacos de última generación, los métodos de estimulación biofísicos, la neurocirugía no invasiva, pero hay una rehabilitación muy diferente a la que se venía haciendo. Cada paciente lleva un programa especial de acuerdo a sus características, que además es multifactorial e intensivo. No es llegar a un lugar y que te hagan hacer ejercicios durante dos horas. Es estar con el equipo ocho o diez horas. Pero este no es un invento de Cuba. Cuba lo ha aplicado.
—Lo que me decían es que la ventaja competitiva es una muy buena mano de obra con un costo muy bajo. En Estados Unidos esas ocho horas costarían cien veces más.
—Sí, eso es verdad.
—Recursos humanos con bajos costos también es aplicable a otros países del Tercer Mundo. India es el segundo mayor productor de medicamentos por lo mismo.
—No hay necesidad de que sea por el bajo costo. Y que me perdone algún gobierno si se siente aludido. Si robaran menos para vivir tan bien ellos y sus familias, tendrían más dinero para el presupuesto médico y para pagarles mejores salarios a estos sacrificados profesionales.
—Así como el clima de montaña hizo famosas a las clínicas suizas del siglo XIX, ¿es probable que también el clima cubano resulte terapéutico para pacientes con determinadas enfermedades, como por ejemplo los enfermos de soriasis, que mejoran con el sol y empeoran con el frío?
—Sí. Por ejemplo, la terapia de mi centro en lugar de ser cerrada y oscura, se realiza al lado de un invernadero. El ser humano es un ser psicosocial, por lo que el estado de la psiquis ayuda en la evolución física.
—La belleza de la naturaleza mejora el espíritu y aumenta las ganas de vivir.
—Exacto. Es importante el aporte que la naturaleza da a la salud.
—El documentalista norteamericano Michael Moore, haciendo una sátira contra las deficiencias del sistema médico norteamericano, se embarcó en una balsa en Miami hacia La Habana pidiendo ser atendido médicamente de forma gratuita en Cuba.
—Eso fue una demagogia de ese señor. Si Michael Moore quería tener una información fidedigna sobre el sistema de salud cubano, ¿por qué no buscó otra clase de información? ¿Por qué no buscó información extragubernamental? Me parece que de alguna manera él formaba parte de este movimiento de corriente antinorteamericana.
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