“Me voy a poner unas orejeras y voy a avanzar en lo que creo”, disparó Nacha Guevara el martes pasado en el Aeropuerto de Ezeiza, apenas llegada de su viaje por la Polinesia. Y, aunque todavía permanecía consagrada a un “look turista” –florido sombrero sobre dos rubias trenzas, escaso maquillaje–, su convicción para hablar de su nueva transformación era la de quien sabe que no ha elegido un camino sencillo pero quiere mostrarse listo para andarlo.
Apenas unos días más tarde, la multifacética artista volvió a subirse al escenario del Teatro Argentino de La Plata, el mismo que la vio volver a probarse la piel de Eva Duarte en septiembre pasado. Y, aunque esta vez no era el musical el que la llevaba allí, Nacha eligió para su lanzamiento como candidata a diputada nacional por el Frente Justicialista para la Victoria que el aura de la mujer-insignia del peronismo la rozara a través de pequeños detalles, casi como buscando su bendición.
Auténtica. “Aquí estamos. Me llamo Clotilde Acosta, nací en Mar del Plata hace 68 años”, se sinceró la actriz al iniciar su discurso ante el bullicioso auditorio que colmaba las instalaciones del teatro en la noche del jueves 14. Su blonda y espigada figura ganaba el escenario; mientras deslizaba que no sabía “nada de política”, pedía a la oposición que “en vez de denunciar, propongan” y hasta se animaba a parafrasear a John Lennon en eso de que “podrán decir que estoy soñando, pero no soy la única”.
Minutos antes había pasado por el estrado su “padrino político” y amigo, Daniel Scioli, el hombre que la convenció de que aceptara la candidatura y, por lo tanto, el que escuchó con atención durante esa misma tarde el texto con el que Nacha iba a presentarse ante el “pueblo”. Cuentan que lo mismo hizo el periodista Gustavo Silvestre, un allegado a la diva que también le puso el oído a su alocución y la ayudó a corregirla.
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