Si el ex presidente Kirchner hubiera escuchado un asesoramiento adecuado, no habría aceptado la
propuesta del presidente de Ecuador, Correa, de ser candidato para la secretaría de Unasur, la
Unión de Naciones de América del Sur.
Que fuera electo para el cargo era improbable por varias razones. La primera es que en dos
períodos sucesivos, un argentino, primero el ex presidente Eduardo Duhalde y después el ex
vicepresidente Chacho Alvarez, han estado a cargo de la Representación Permanente del Mercosur y,
como todos sus países integran también la Unasur, es lógico que rote la nacionalidad de quienes
ocupan este tipo de cargos.
La segunda es que nunca Kirchner demostró interés por las relaciones internacional y su
estilo frontal y a veces conflictivo le generó problemas con varios presidentes.
Acá aparece la tercera causa. La elección para el cargo requiere el consenso de los doce
presidentes de América del Sur y tres de ellos (Tabaré, Alan García y Uribe) nunca iban a apoyar la
candidatura del ex presidente argentino, de quien recibieron acritudes poco cordiales durante su
presidencia.
El argumento de algunas fuentes diplomáticas argentinas de que consenso no es unanimidad y
que Kirchner podía ser electo si lograba la mayoría, además de ser forzado fue desestimado por el
gobierno peruano, que claramente dijo que su candidatura estaba descartada por la oposición del
presidente de Uruguay.
Es paradójico que haya sido Uruguay, el país más próximo a Argentina por historia, geografía
y cultura, el que vetó la candidatura argentina, y Perú, un aliado histórico, el que definió que el
veto uruguayo es definitivo.
Ambas situaciones son consecuencia de una errónea diplomacia presidencial, la que durante la
gestión de Néstor Kirchner no reparó en críticas y desplantes hacia otros presidentes de la región.
La candidatura del ex presidente argentino fue definidamente apoyada por los países del
llamado eje bolivariano: Venezuela y Bolivia, que se sumaron a su candidatura lanzada por Ecuador.
Por su parte, Brasil y Chile, con habilidad, no confrontaron para impedir la candidatura
argentina, pero dejaron que otras naciones lo hicieran.
Es que ambos países están interesados en que la Unasur prospere. El primero, porque ha sido
su iniciativa y el segundo, porque Bachelet ha sido la primera presidenta pro témpore y en
consecuencia está interesada en que el grupo se desarrolle sin perturbaciones.
Más allá de las cuestiones personales y los intereses encontrados, es claro que Néstor
Kirchner, quien nunca se caracterizó por sus habilidades diplomáticas, no es el hombre adecuado
para un cargo que requiere de mucho tacto y dedicación.
En este marco, la insistencia argentina en lograr el cargo sólo se explica por la
personalidad y el estilo del ex presidente, para quien el conflicto es una forma de construir
poder.
Rosendo Fraga es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.